Marià Corbí
Marià Corbí No podemos leer las SS.EE y los grandes textos espirituales, de la misma forma que hicieron nuestros antepasados. Para hacer una lectura nueva adecuada a las sociedades de conocimiento, el primer paso que habrá que dar es no interpretarlas desde la Epistemología Mítica. Para hacer una lectura simbólica se ha de respetar el texto original en su integridad, sin alterarlo. Ese tipo de textos es sagrado, intocable. Se trata de interpretar esos textos tal como nos han llegado por la tradición. Si no podemos interpretarlos desde la Epistemología Mítica, como descripciones de acontecimientos reales o palabras reamente pronunciadas, ¿qué significan esos textos sin Epistemología Mítica para las Sociedades de Conocimiento? El significado de esos textos ha de ser un significado simbólico, es decir, un significado que hace referencia a la Dimensión Absoluta desde una perspectiva u otra, en un grado u otro.
Recuerdos.
Un dia al anochecer andaba yo por la terraza de nuestra casa. El fulgor del sol poniente se combinaba con el pálido crepúsculo de una manera que parecía dar al anochecer que se aproximaba un atractivo especialmente maravilloso para mí. ¿Era aquel levantarse del mano de la trivialidad de encima del mundo cotidiano, me pregunté, debido a alguna magia de la luz del anochecer?. No. Yo vi en el acto que era el efecto del anochecer que se había adentrado en mí; sus sombras habían borrado mi ego. Mientras mi yo estaba rampante durante el relumbrón del día, todo lo que yo percibía estaba mezclado y escondido por él. Ahora que el ego estaba relegado a ùltimo término, podía yo ver al mundo en su verdadero aspecto. Y ese aspecto no tenía nada de trivialidad, estaba lleno de belleza y alegría infinitas.
Desde que tuve esta experiencia probé el efecto de suprimir mi ego a toda conciencia y de mirar al mundo como mero espectador, e invariablemente me sentía recompensado con un sentimiento de placer especialísimo. Poco después me fue concedida una penetración mayor que me ha durado toda la vida. Un velo pareció haberse caído de mis ojos, y encontré sùbitamente al mundo bañado en una maravillosa irradiación, con olas de belleza y alegría hinchándose por todas partes. Esta irradiación traspasó en un momento los dobleces de tristeza y abatimiento que se habían acumulado sobre mi corazón, y lo inundaron como con una luz universal indecible. Y vino a suceder que ninguna persona o cosa en el mundo me pareció ya trivial o desagradable. No veía las acciones de los hombres como cosas aisladas, sino como partes de esa asombrosa danza mayor que se está realizando en este mismo momento, por todo el mundo de los hombres, en cada uno de sus hogares en sus mùltiples necesidades y actividades. Desde la infancia sólo había visto con mis ojos, ahora comenzaba a ver con la totalidad de mi conciencia.
(Rabindranath Tagore. Recuerdos. Plaza Janés, 1986. p.232)
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