Urge solventar los problemas axiológicos en las Sociedades de Conocimiento
Marià Corbí Habrá que convencer a las gentes que las ciencias, ni siquiera las ciencias humanas, no son capaces de solventar los problemas axiológicos. Igualmente habrá que convencerles de que no pueden continuar interpretándose desde la Epistemología Mítica (a partir de ahora EM), como descripción de las realidades, aunque estén todavía en proceso. Las ciencias no describen la realidad, la modelan. Las cuestiones axiológicas tienen sus propios modos para resolverse. Es de suma importancia que los colectivos tomen conciencia de que todo lo que se refiere a sistemas axiológicos tiene, ahora, un mal funcionamiento. Con conciencia de que todo está funcionando mal, habría que intentar por todos los medios conducir a las sociedades actuales a que tengan una experiencia inmediata y directa a la doble dimensión (a partir de ahora 2D) de toda realidad. Esa sería la base para buscar una solución.
El nuevo camino espiritual o la nueva forma de acceder a la experiencia de la Dimensión Absoluta (DA)
Marià Corbí Hace décadas que aprendí a volverme a las cosas, y desde entonces lo he estado practicando con toda la intensidad que he sabido. Pero lo que he planteado en los últimos apartados, de alguna manera, es un paso más en mi concepción de lo que es el camino espiritual, no solo para mí si no para los miembros de las sociedades de conocimiento y para las sociedades en tránsito. Lo que creo que es novedad es que he comprendido que estos tipos de sociedades tienen las cosas más claras, nítidas y sencillas de lo que había imaginado. Las nuevas sociedades que, o no pueden creer o tienen dificultades para mantener las creencias, bastará que adopten una actitud parecida a la de los artistas. Los artistas no necesitan hacer divina a la belleza, ni enviarla a los cielos, se vuelven solo, con todo el corazón y la mente, a las cosas, para poder captar su belleza multiforme e inacabable para sentirse conmovidos y necesitados de decir el milagro, la maravilla y el misterio que vieron en las humildes cosas de nuestro mundo, modelado por nuestra necesidad en cada tipo de cultura. Y lo que con sus creaciones son capaces de decir vale para todas las culturas y para todos los pueblos y toda la historia humana, si los humanos tienen la sensibilidad suficientemente educada.
Reflexiones conjuntas sobre el libre albedrío
CETR Presentamos tres textos que, conjuntamente, buscan aproximarse tanto a la pregunta de si existe el libre albedrío como a las consecuencias antropológicas y epistemológicas que implicaría la no existencia del libre albedrío. ¿Hay libre albedrío? de Marià Corbí; Un único actor de Marta Granés a partir de textos de Marià Corbí; Mi vida no me pertenece de Jose Manuel Bobadilla
La mirada técnica y la mirada libre de formas en las formas
José Manuel Bobadilla Somos un animal con un doble acceso a la realidad. Un acceso relativo a las necesidades humanas dominado por las formas y otro no relativo a las necesidades humanas y liberado de las formas. Uno de nuestros principales sentidos, como animales depredadores que somos, es la mirada. Mirar el mundo es una forma de sentir el mundo y, por tanto, dependiendo de como lo miremos, nuestro sentir estará condicionado a ello. Miramos el mundo desde un lenguaje concreto y actualmente, el lenguaje que da forma a nuestra mirada, es el lenguaje abstracto de las ciencias y las tecnologías. Nuestra forma de mirar el mundo está construida desde la técnica; una mirada que instrumentaliza el entorno y nos impide volver a las cosas de una manera limpia, es decir, liberada de las formas en las formas. En las sociedades de conocimiento, el dominio de lenguaje abstracto construye la barrera científica y tecnológica que nos dice que una flor es simplemente una flor, o como mucho, nos proporciona una mirada biológica de la flor. En ella no vemos el misterio de los mundos porque nuestro mirar está encerrado en el prisma científico y tecnológico.
Escritos sobre volverse a las cosas
Marià Corbí «No tenemos nada que hacer en esta hermosa Tierra, en este pequeño y maravilloso planeta; no tenemos otra tarea que cumplir que vivir para reconocer toda la maravilla que nos rodea. Vivimos para tener la posibilidad de reconocer. Reconocer es testificar que hemos visto y sentido lo que está frente a nosotros. Reconocer es decirle a todo que hemos advertido su presencia, que hemos visto su esplendor, su belleza, su inmensidad y que nos hemos maravillado de su existencia y la hemos amado. Ese es nuestro destino. Somos una chispa de luz que salta del fuego de la tierra, ilumina por unos instantes lo que le rodea y se apaga volviendo otra vez a la tierra. Hay chispas de luz grandes y pequeñas; brillantes e intensas o más tenues y débiles. No se nos pide que seamos lumbreras ni soles; no se nos pide que nuestra luz sea cegadora; sólo se nos pide que seamos lucidez y reconocimiento.» (p.176)