John Berger ¿Se puede escribir todavía algo sobre él? Pienso en todas las palabras que ya se han escrito, incluidas las mías, y la res- puesta es “no”. Si miro sus cuadros, la respuesta vuelve a ser “no”, aunque por una razón diferente: sus cuadros invitan al silencio. Casi iba a decir que ruegan silencio, y eso habría sido falso, pues ni una sola de sus imágenes, ni siquiera la del anciano con la cabeza entre las manos en el umbral de la eternidad, muestra el menor patetismo. Siempre detestó inspirar compasión y hacer chantaje. Solo cuando veo sus dibujos me parece que merece la pena añadir algunas palabras. Tal vez porque sus dibujos tienen algo de escritura, y a menudo dibujaba en las cartas. El proyecto ideal habría sido dibujar el proceso que llevaba a sus dibujos, tomar prestada su mano de dibujante. Sin embargo, lo intentaré con palabras.
YHVH es sinónimo de libertad.
[…] YHVH es sinónimo de libertad. Es el preámbulo de las diez Palabras (en hebreo este pasaje no se conoce como «mandamientos», dibrot significa palabras, no mandamientos) no leemos «no tengas más Dios que Dios» si no «no hay otro Dios (Elohim)». No es una orden, es una proposición, la indicación de un camino, de una dirección, de un proyecto: camino de liberación. Somos esclavos de la imagen que nos hacemos de Dios, y, antes que nada, esclavos de la imagen que nos hacemos de nosotros mismos. En el Uno no hay dos, no hay nada fuera del Uno. La libertad es exigente. No tener más Elohim que YHVH apunta hacia no añadirle nada, no asociarle nada, ningún otro valor, ni delante, ni contra, ni al lado, de Mi-yo YHVH, ninguna religión, ninguna doctrina, ninguna ambición, ningún proyecto, ningún objeto, ningún poder. YHVH pone en guardia contra la reducción del Inefable a un atributo, una creencia, una idea. Si le adjudicas alguna idea, reduces a Dios a esa idea. Cualquier afirmación lo sitúa en el polo de la dualidad, mientras que YHVH se mantiene más allá de todo nombre o cualidad. Su Nombre impronunciable da testimonio de ello. […]
-Pero, entonces, ¿cómo conocerle? ¿Qué queda?
– ¿Qué queda?
– ¿Nada?
– No exactamente, Queda la meditación sobre la inconsistencia de toda cosa, sobre la irrealidad de las cosas. sobre la vacuidad, Y queda el soplo, aquel soplo de YHVH presente también en nosotros. Queda la luz interior sin medida
[…] No buscaras YHVH en una forma creada, en una imagen, en la imagen que tienes de ti mismo. Lo buscarás en ti, en un tu sin imagen, indescriptible que trasciende el «yo» que puedes identificar. Cuando en tú ya no quede más que un Mi-yo, en el yo sin descripción, sin identidad, encontrarás al Yo soy, El que Es.
Patrick Levy. Le Kabbaliste: rencontre avec un mystique juif. Paris, Eds. du Relié, 2002. 327 p. (pgs. 119-129)