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Apuntes sobre pintura del monje Calabaza Amarga

Shitao. Apuntes sobre pintura del monje Calabaza Amarga. Trad. y prólogo de Manuel Ollé. (ed. bilingüe. Tres Portales, 2024. 188 p.)

 

Leemos en la presentación:

“Shitao (1642-1707), pintor y calígrafo, vivió las primeras décadas de su vida como monje, transitando entre distintos monasterios budistas y cruzando los bosques, los ríos y las cordilleras que más tarde reflejaría en sus pinturas. Tras haberse alejado de la vida monástica, entró en los círculos artísticos y letrados independientes de la región del Yangzi, y se cercó a la espiritualidad taoísta.

Su obra pictórica se aleja del academicismo decorativo de sus predecesores y conecta con el aliento creativo y vital de los primeros clásicos del paisajismo chino. Durante los últimos años de su vida compuso los Apuntes sobre pintura del monje Calabaza Amarga. Lo que podría haberse quedado en un humilde tratado sobre el arte de pintar, en manos de Shitao se convierte en una puerta luminosa y privilegiada de acceso a la plasmación artística del pensamiento y la espiritualidad china en su período de madurez. Confluyen en estos Apuntes acentos taoístas, neoconfucianos, budistas y del Clásico de los Cambios.

Unos Apuntes en dieciocho breves capítulos que piden ser meditados y saboreados sin prisas. Escribe Shitao (cap.VI): Lo que nos llega de más lejos / se manifiesta en lo más cercano. / Lo que conoces de cerca / te permite llegar a alcanzar lo que está lejos.

 

Capítulo I.   La pincelada

En la más remota antigüedad no había normas.
La sencillez primordial no se había escindido.
En cuanto la sencillez primordial se escindió, apareció el arte.
¿En qué se fundamenta el arte de pintar?
En el trazo de una sola pincelada.

En un solo trazo del pincel está el fundamento de todas las cosas,
la raíz de las diez mil formas.
Se manifiesta en el espíritu, se esconde en las personas.
No hay nadie en el mundo que sepa nada de ello.
Por eso cada uno debe llegar por sí mismo
a encontrar el arte de la pincelada única.

El arte de la pincelada aparece
cuando la ausencia de método se convierte en método,
entonces este arte puede incluir cualquier método.

El arte de pintar viene del corazón:
ni la gracia delicada de las montañas,
los ríos, las personas y las cosas;
ni la naturaleza propia de los pájaros,
las bestias, las hierbas y los árboles;
ni las medidas y proporciones de los estanques,
los pabellones, los edificios y los patios:
nunca podríamos llegar a penetrar sus leyes internas
ni a captar sus aspectos externos
sin contar con el arte inmenso de una sola pincelada.

Tanto si quieres caminar lejos
como si quieres llegar a las alturas,
siempre todo comienza con un solo paso.
Del mismo modo, una sola pincelada ya lo abarca todo,
hasta los confines más brumosos y remotos.
Los diez mil millones de trazos del pincel y la tinta
comienzan y terminan en esta pincelada única
cuando sabes hacer que te escuche.

Puedes reflejar la inmensidad
en la pequeñez de una sola pincelada
sin que falte nada:
si la intuición de la mente ve con claridad,
el pincel la refleja.

Si no vacías la muñeca, la pintura se estropea;
así cuando la pintura decae
es por eso: la muñeca ha perdido la ligereza del alma.
El pincel nunca debe detenerse en los trazos redondeados,
debe hacerse untuoso cuando gira, y dejar espacio alrededor.
La resolución del trazo debe ser decidida, y el inicio, incisivo.
El pincel debe poder hacer círculos o ángulos, o rectas o pendientes,
trazos ascendentes o descendentes.
Ha de poder ir hacia la izquierda y hacia la derecha,
debe poder despegar
o hundirse, abrupto o decidido,
debe saber detenerse de repente,
o alargarse oblicuamente,
como el agua que se desliza hacia el fondo,
o como la llama que sube,
y todo esto de forma natural,
sin forzarlo en absoluto.

Cuando el espíritu se hace del todo presente,
el arte también se reúne.
Cuando entra en las razones internas de las cosas,
puede llegar a captar del todo
la variedad de expresiones evidentes.
Siguiendo un gesto casual de la mano,
se pueden mostrar los movimientos de las formas
y el aliento interior de las montañas y los ríos,
de las personas y los objetos, de los pájaros y las bestias,
de las hierbas y los árboles, de los estanques
y los pabellones, de los edificios y los patios;
se les puede dar vida y averiguar su sentido,
se puede expresar su carácter e imitar su atmósfera,
revelándolos del todo y al mismo tiempo apenas insinuándolos.

Aunque no vea su desempeño,
la pintura no se disocia de la comprensión del corazón.
Porque cuando la sencillez primordial se escindió,
se estableció el arte de la pincelada.
Una vez establecido este arte de la pincelada,
pudieron mostrarse las diez mil cosas.
Por eso se ha dicho:
“Mi camino lo liga un único trazo”.  

                                                                                   (pgs. 45-47)

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