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Cristino de Vera: palabra en el lienzo

Pequeña antología de textos del pintor Cristino de Vera (Tenerife, 1931), a partir de artículos, entrevistas, discursos… compilados en el libro: La palabra en el lienzo. Tenerife, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, 2006. 286 p.

 

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LA PALABRA EN EL LIENZO. Cristino de Vera

Sólo espero pasar por esta vida con la necesaria paz para poder seguir trabajando… procurar dar mi modesto caudal de poesía a los hombres. Y si no un héroe, ser, como decía Machado, un hombre bueno en el más sencillo sentido. No envanecerme de nada y tener un gran sentido de humildad y comprensión para todo aquello que miro, siento y me rodea. (108)

 

En la vida hay que saber ver los misterios, pero también ser consciente de la comedia humana, nuestra pequeñez. Con lo corta que es la existencia, no sé cómo puede haber gente atrapada en la codicia y la avaricia, que son el mayor apego. Como escribió Bach a Häendel, “¿el silencio no será la más bella de las armonías?” (274)

 

Creo que el peor enemigo para la vocación es, al pasar de los años, el escepticismo que invade al hombre, ante el tremendo e incomprensible absurdo del existir. Yo me defiendo un poco encerrándome entonces más intensamente en el trabajo, que es liberador en cierta forma de tanta emoción, tanto absurdo y tanto terror.

He pensado a veces que si uno se detiene ante cosas muy diversas, un rostro querido, un insecto, una flor, un árbol, un cielo, una jarra, qué sé yo, si uno lo mira con ojos limpios, en todo hay un fondo de revelación y mensaje que nos amplía y enriquece. (112)

 

Yo soy fiel a todo aquel ser que en bondad, en ejemplo, en compañía, en ternura, en admiración, me haya aportado algo. Aquí entran vivos y muertos que nunca conocí. Hay seres que a través de su obra escrita, de la grandeza de su música, pintura, ejemplo humano, soy tan deudor o más que a muchos vivos, y por eso la lista sería interminable, pero la resumo en todo ser que me haya enseñado a ser

más amplio

más profundo

más verdad

y

más modesto.

Al cabo de los años, pienso que nuestro sentido autocrítico va por ciclos. Hay días de gran exaltación en que uno es más optimista con lo que realiza; otros lo ve uno más oscuro, gris y pobre. […] Pero gran humildad, la humildad, yo siempre lo repito, es positiva, es el mayor desafío a uno mismo, es como partir cada día de cero en el esfuerzo. El pedante, el soberbio, está muy condicionado, se cree ya en una cumbre mental, que le hace ser exhibicionista y pierde un rico tiempo interior en banalidades.

 

Mi estética podría definirse como una búsqueda de la esencia de toda cosa, ser, imagen; como la búsqueda de una raíz espiritual que hay en cada forma del universo; como una alada materia, una luz que aflora al limpio baño de luz que hay en la médula poética de cada figura, objeto, paisaje. No me es fácil pormenorizar lo que pueda ser mi manera, mi concepto. Es como aislar cada cosa de lo fugitivo, del transcurrir movible de la existencia, de las cambiantes luces del tiempo que muere no más empezar a transcurrir. Quisiera, en mi trabajo, que todo tuviera un aire poéticamente remansado, que pareciese que lo fugaz es detenido, que huyese la angustia, y el silencio de paz lo envolviese todo, que la misma muerte fuese clara y diáfana, como una melodía silente donde todo fuese armónico, Es como querer asomarse a una ventana, donde ya no hubiese más lucha, ni más miedo ni horror; donde desapareciese todo terror a noche o muerte alguna. A fin de cuentas, estoy dentro de una constante de los que creen en la profunda ética del misterioso y enigmático sentido de la Belleza.

 

Creo que para trabajar hay que tener un método; claridad y voluntad en el método; comidas ligeras en las horas de trabajo, vida bastante apartada de relaciones sociales, de inauguraciones, de todo aquello que pueda afectar a una concentración profunda. […] Hay días que todo es más claro y fluído, casi como si algo fuera de nosotros nos ayudase ay nos alumbrase el trabajo; otros la cabeza está más pesada, el optimismo más bajo, todo es más triste, te invade la tristeza, pero entonces hay que esforzarse y agarrarse a la profesión como a una tabla salvadora. Entonces uno descubre que en el límpido trabajo de vocación sincera está, en sólo eso, la única verdad, sin pensar en trascendentalismos, simple y llanamente pintar (lo demás a uno no le corresponde). Lo importante, el motor está en el cuidado de la vocación; hay que despertarla, mimarla constantemente, y de ahí arranca parte de toda continuidad de superación.  (133-135)

 

El tratamiento metafísico de la luz, Ése es el elemento más importante de mi pintura. (107)

 

[Entrevistado por Elena Pita:]

-… ¿pensamiento cristiano, misticismo ateo o agnosticismo puro?

– Ni una cosa ni la otra, pero ateo no soy. Yo no tomo partido por ninguna religión. He aprendido modestamente de los grandes maestros, pero cómo lo voy a saber. Hay preguntas que no pueden responderse, y ése es el destino humano.

¿Y si a uno se le terminan las preguntas?

– Eso no sucede mientras existan emociones. Miras un cielo estrellado, paseas por el campo, o ves la plenitud y parece que estuvieras en el paraíso. He aprendido mucho de los poetas.

Por algo el poeta Pepe Hierro dejó dicho que usted no pintaba cosas sino emociones.

– Sí. Hay una bellísima frase de Paul Klee que dice: “qué paz la de los pájaros, balanceándose en el árbol sin preguntarse por las raíces ni el aire”. O como decía Celan,  “la rosa sin porqué”. Sí, hay días que te sientes en el paraíso. Hay días que voy al bosque a aprender de los árboles, y al regresar le digo a Aurora: “sé más pero no sé el qué”. Supongo que se trata de algo que transmite el silencio de la naturaleza, su serenidad, y es esto lo que te llena y te hace relativizar la muerte. La sabiduría viene de fuera a dentro, del silencio, de la oscuridad, de la vacuidad; hablo de la mística. El misticismo es un estado de plenitud y elevación del espíritu. Hay místicos con telescopio, y hay religiosos que son el antimisticismo.

Le han llamado el anacoreta de la pintura, ¿cómo consigue aislarse del exterior, la materialidad?

– En mi opinión, la realidad no es la proximidad. No es lo que se ve, sino algo mucho más complejo: transmite más emoción y encierra mucho misterio. Si la realidad es dura, hay que huir de ella buscando el misterio que transmite: la belleza de la niebla en una calle de Londres, por ejemplo, que hace los cuerpos invisibles. O el arcoiris, que seguirá siendo un milagro aunque lo expliquen mil físicos. La paz interior de uno mismo combina con ese misterio: hay que ser contemplativo, de modo que si nos asomamos a una ventana nunca veremos lo mismo. […] El arte es una vía para acercarse a la esencia.

¿En qué influencias o afinidades reconoce más su propia pintura?

– En los cacharros de Zurbarán y en un cardo de Sánchez Cotán. En la luz que arrojan los cardos de Zurbarán está toda la paz del mundo, y dentro de la paz está la bondad. Fue la primera vez que percibí el silencio en la pintura. A mí me gustaba la piedra de las catedrales románica y gótica, que llevan a la adoración. Pero Zurbarán contenía todo eso: su pureza y su simplicidad fue lo que más me marcó. A veces, en lo más sencillo –como en el espíritu de unos cacharros- está encerrado todo el universo.

¿Y sus afinidades con Rothko y Barnett Newman, de dónde proceden?

 – Los dos trabajaron en una vía mística. Su arte se desnuda de la religión, pero lo que hacen sigue siendo sagrado, porque lo llevan dentro, con la simplicidad de unos tonos o unas líneas logran penetrar en lo invisible del universo, sin necesidad de apoyarse en nada concreto. ¿Por qué el arte deja de conectar con las religiones y sigue teniendo algo sagrado? Por la mística: los místicos son los rebeldes de las religiones, los que logran penetrar en el misterio.   (pgs. 274-280)

 

Algún día quizá se pueda meditar… y veremos el abismo interior entre… ver… mirar…meditar y contemplar… Contemplar desde el íntimo interior alquímico y oculto del alma humana… cuando se unen y funden el contemplador con lo contemplado. (206)

 

Si vamos adentrando en la penumbra de nuestro ser… iremos viendo que meditación va uniéndose a contemplación…

Que el silencio de grandes artistas

es nuestro silencio

Quizá acabemos siendo silencio absoluto… De la unión de meditación y contemplación nace una alquimia tan secreta, tan interior que no hay definiciones humanas. (210)

 

A pesar del dolor la belleza se expande y manifiesta en imágenes y disciplina y es como río que no cesa…

Si como dicen los antiguos meditadores… “vaciamos la mente”, la memoria… “vaciamiento del yo”… para que en silencio y vacuidad podamos ver pasar y contemplar… el dolor… el milagro del existir.  (216)

 

Y el ser es silencio

Ser, silencio

como el mar en calma

como la línea del horizonte. (220)

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