José Manuel Bobadilla Somos un animal con un doble acceso a la realidad. Un acceso relativo a las necesidades humanas dominado por las formas y otro no relativo a las necesidades humanas y liberado de las formas. Uno de nuestros principales sentidos, como animales depredadores que somos, es la mirada. Mirar el mundo es una forma de sentir el mundo y, por tanto, dependiendo de como lo miremos, nuestro sentir estará condicionado a ello. Miramos el mundo desde un lenguaje concreto y actualmente, el lenguaje que da forma a nuestra mirada, es el lenguaje abstracto de las ciencias y las tecnologías. Nuestra forma de mirar el mundo está construida desde la técnica; una mirada que instrumentaliza el entorno y nos impide volver a las cosas de una manera limpia, es decir, liberada de las formas en las formas.
En las sociedades de conocimiento, el dominio de lenguaje abstracto construye la barrera científica y tecnológica que nos dice que una flor es simplemente una flor, o como mucho, nos proporciona una mirada biológica de la flor. En ella no vemos el misterio de los mundos porque nuestro mirar está encerrado en el prisma científico y tecnológico.
El esplendor de la nada
Caminar desnudo
Caminar desnudo,
escuchando el chasquido de la escarcha,
para llegar a nadie,
para llegar a nada;
como una desnudez que marcha y marcha,
viendo en el horizonte un gran atajo.
Caminar desnudo,
rodando en los caminos
igual que rueda un pedazo de esperanza,
sin sentirse extranjero en el silencio.
Caminar desnudo,
y caer en el suelo
como cae una hoja de retama en la cuneta;
como cae la tormenta,
que sólo saber ser tormenta.
Llueve sobre la misma lluvia,
que abre nuevos surcos,
dejando a la intemperie,
las perlas de hondas cicatrices de la tierra.
Caminar desnudo,
y abrirse al silencio
cuando han quedado atrás
el tiempo, la palabra, el pensamiento…
Caminar desnudo,
caminar, caminar y caminar…
hasta que el aire
pulverice tus límites,
y la lluvia
te vaya haciendo permeable,
y el viento te arranque del tiempo,
hasta hacerte transparente.
(Rafael Redondo Barba)
Observa
Observa
el temblor de las formas
que emergen del Silencio.
Escucha,
poniendo tus oídos en la tierra,
el pulso cadencioso de sus fibras,
tejido en la hilatura
de la audacia seductora de la Vida.
Observa,
el amor entreverado en la materia,
cuán lentamente late en los latidos
de su más profunda arteria
envuelta en la techumbre de los cielos.
El alba, hipnotizada de silencio,
despierta a la gran luz resucitada.
Como si la Naturaleza, inmóvil,
se dejara habitar por lo inaudible.
El fresco corazón de la Materia
palpita en cada forma estremecida,
y, grávida, la tierra va extendiendo
los pliegues de sus alas incendiadas.
Estallan las primeras claridades
y de sus hondos senos, como un ascua,
se alza la meseta amanecida.
(Rafael Redondo Barba)
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Ser Nadie es respirar todos los vientos,
ser Nadie, es escuchar todos los sonidos;
Ser Nadie es estar a la intemperie
de la sombra y de la luz,
de la muerte y de la vida.
Ser Nadie es vibrar
en todas las posibles oraciones
de todas las posibles religiones.
Ser persona verdadera es ser todas las personas
(Rafael Redondo Barba)
(selección de: Rafael Redondo Barba. El esplendor de la nada. Bilbao, Desclée de Brouwer, 2010. 267 p.)