Etty Hillesum Aceptación puede sonar a pasividad, puede confundirse con la aprobación indiferente, con la resignación. El testimonio de Etty Hillesum, escribiendo desde los campos de concentración, es un ejemplo esclarecedor del sentido de una aceptación plena que es implicación y acción, pero desde la comprensión, desde una acogida radical de la realidad, se muestre como se muestre.
Intentar comprender el mundo
Adam Zagajewski, poeta y ensayista polaco. Pasó fugazmente por Barcelona para participar en el ciclo Europa eslava y su literatura (CaixaForum). Considerado por muchos una de las voces contemporáneas más relevantes, ha vivido en París y en EE. UU., pero jamás ha abandonado su lengua polaca. Para él, la poesía es la búsqueda de resplandor, ese algo que hay más allá de las palabras: «…Se transmite alguna experiencia que está antes de las palabras, ¿cómo?…, a través de los agujeros que hay en las palabras».
«Intentar comprender el mundo es un tipo de amor»
IMA SANCHÍS – (La Vanguardia, 23/03/2009, p. 68 –La Contra-) [selección]
Lvov, la preciosa ciudad donde nació…
Sí, pero cuando yo tenía cuatro meses la población fue expulsada porque Lvov fue incorporada a la URSS, y se convirtió en otra.
Su familia pertenecía a la intelligentsia.
Sí, procede de la pequeña nobleza rural que, hace mucho, mucho tiempo, perdió sus propiedades. En 1945 todos hicieron las maletas: primos, abuelas, tíos, vecinos…, y la gran mayoría se reencontró en Gliwice, una antigua ciudad alemana que Polonia acababa de anexionarse.
¿Qué clase de ciudad era aquella?
Peor, eso decían los mayores. Era la ciudad peor. Mi madre lloraba al caminar por sus calles. Era fea, industrial. Allí nuestros viejos perdieron la memoria, asombrados por el lugar donde les había tocado morir.
¿Y cómo vivían esa ciudad peor los niños como usted?
Oía hablar tanto de la extraordinaria Lvov que del lugar que habitaba sólo tomaba lo imprescindible para vivir. Eso me convirtió en una persona sin hogar. Pese a haber llegado a los cuatro meses a Gliwice, para mí también la vida se dividía entre antes y después de Lvov. Pero era feliz jugando entre las ruinas: ese es mi recuerdo más importante.
¿Qué le hizo a usted poeta?
Esos momentos extraños de éxtasis.
¿. ..?
Debía de tener entre 15 y 17 años cuando se dio el primero. Eran momentos de felicidad extrema, pero no de felicidad personal. Percibes y sientes el mundo, y todo acaba teniendo un significado muy fuerte, porque habitualmente el mundo no nos habla, pero sí entonces. Yo todavía no escribía y no sabía qué hacer en esa situación, pero con los años esos destellos se convirtieron en momentos para la escritura.
Entiendo que se le han repetido.
Sí, vuelven de vez en cuando.
¿Cómo se los explica?
Es una combinación de felicidad inesperada y de una comprensión muy intensa de lo que nos rodea. Pero no es tan raro, prácticamente todo artista ha vivido momentos similares, son la base psicológica del arte.
¿Qué ha buscado usted en la vida?
Esos momentos. El problema es que cuando no se producen no entiendo nada, estoy totalmente perdido, por lo tanto estoy siempre intentando encontrarlos.
¿Qué ha querido entender?
Todo, la condición humana, Dios… Mi niñez transcurrió en un lugar muy provinciano y tenía muchísima curiosidad sobre el mundo, todo me interesaba.
Hablemos de los sentimientos.
El amor entre los seres humanos es el sentimiento omnipresente, eterno y quebradizo. Pero también está el amor intelectual: intentar comprender el mundo es también un tipo de amor.
[…]¿Cómo entiende la poesía?
La poesía es el sentimiento de que hay algo más profundo, es una especie de shock repentino de la comprensión, es el sentimiento de que el mundo es mucho más profundo y contradictorio. En cierto modo, la poesía es estar enamorado de lo dramático de la vida.