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LA ORGANIZACIÓN RELIGIOSA EN LAS SOCIEDADES DE INNOVACIÓN

¿Existe una esencia inmutable de la organización religiosa?

No existen organizaciones fijadas por la naturaleza ni en el orden familiar, ni en el laboral, ni en el social o político.

Todas las organizaciones humanas las han de construir las comunidades concretas según lo que pretendan.

Las nuevas condiciones culturales provocadas por los desarrollos de las ciencias y tecnologías, y por la aparición de las sociedades inteligentes abren nuevas perspectivas sobre las organizaciones y permiten una mejor comprensión de lo que serían las organizaciones adecuadas a las pretensiones religiosas.

Durante miles de años hemos creído que la organización jerárquica era natural e inevitable. La desaparición de la sociedad preindustrial, la crisis de los sistemas de producción tayloristas y la aparición de las organizaciones de innovación, dinámicas, inteligentes, nos llevó a poder comprender que la eficacia organizativa no siempre pasa por la jerarquía y la sumisión.

Con la aparición y afianzamiento de las organizaciones de innovación continua, de las organizaciones al servicio de la creación y del aprendizaje continuo del saber, aparecen las organizaciones inteligentes.
Estas son organizaciones diseñadas para conseguir de sus miembros la máxima iniciativa y creatividad para lo cual han de disponer de la máxima libertad. Y la colaboración de hombres que poseen saberes exclusivos no se consigue organizando su sometimiento sino sirviendo a su libertad, creatividad, responsabilidad. Por ello su estructura no puede ser ni jerárquica ni autoritaria.

Estas transformaciones organizativas han puesto de manifiesto que no existe una esencia inmutable de las organizaciones, ni diseños o representaciones de la estructura esencial de las organizaciones.

También en el ámbito religioso se había creído que la esencia de la estructura del grupo religioso era la jerarquía junto con la sumisión. Pero las nuevas circunstancias culturales nos permiten comprender la falta de fundamento de esa suposición.

La organización jerárquica es también inepta para el proceso religioso.

Mientras los patrones autoritarios dominaron las organizaciones colectivas fue imposible comprender y formular los daños que la organización jerárquica infería al camino interior.

El camino de la sumisión y el camino del silencio son divergentes.

La organización jerárquica es una organización para someter a muchos al dominio de pocos, de uno, en definitiva. Es una organización para señorear a los hombres, para hacer de ellos instrumentos del jefe.

Cuando se hace de los hombres «instrumentos», se ignora en ellos lo que es más característico: su autonomía, su iniciativa y creatividad su voluntariedad y libertad.

Los jerarcas son los dueños de la organización, y las personas sometidas les deben servir, en definitiva están a su beneficio. El poder, la responsabilidad y la participación en los beneficios de la asociación es asimétrica, a favor de los amos.

Las organizaciones jerárquicas tienen un doble beneficiario: los jefes, amos, y el sistema de creencias que ellos encarnan.

Según la pretensión de la organización jerárquica el beneficio se inclinará a favor de los amos o a favor del sistema de creencias que la jerarquía representa. En cualquier caso el beneficiario siempre será doble amos y creencias.

El jefe es la única persona plenamente tal, es la única no instrumentalizada, la única que puede mostrar iniciativa, responsabilidad, creatividad y libertad.

En las organizaciones jerárquicas y autoritarias se ignoran las relaciones interpersonales plenas. Se ignora también la complejidad y riqueza de las relaciones humanas, como individuos libres y autónomos cuando no se instrumentalizan unos a otros. En ellas se ignora la potencialidad de lo que podría ser conjuntar iniciativas diversas, responsabilidades y creatividades múltiples. Se ignora lo que podría resultar de una asociación en la que nadie anule a nadie, en la que nadie se subordine a nadie y donde todos se potencian a todos.

Una organización jerárquica es una organización simplificada al extremo. A cambio puede ignorar lo que son las dificultades propias de una organización de seres libres y voluntariamente asociados.

La organización jerárquica violenta a las personas porque las somete, y con ello, las instrumentaliza, porque precisa indoctrinarlas. Las personas, libres y voluntarias no se someterían, no se dejarían instrumentalizar si no fueran convenientemente indoctrinadas.

En las organizaciones jerárquicas se educa a las personas para que se sometan y sirvan. La indoctrinación es la raíz de toda estructura de dominación. Por la indoctrinación se conforma y somete la mente, la valoración, los sentidos y la acción.

La indoctrinación somete de tal forma que estructura el individuo. A través de ella entiende lo que tiene que entender según la creencia; ve y siente lo que la autoridad quiere; ama lo que debe amar y actúa según el criterio del poder. Por la indoctrinación se fija a los individuos y sus relaciones sociales y se fija el medio.

Las creencias son el procedimiento de indoctrinación. Por ellas se destaca lo que conviene, se margina lo que conviene, se filtran los datos, se controla la comunicación.

Conseguida la indoctrinación, el control de la información hará el resto: que solo se oiga lo que se debe oír, que se ignore y bloquee lo que no debe oírse.

Controlando los nudos centrales por donde pasa la información se filtra lo que podría alterar las creencias. «Dato» no es lo que se presenta, sino «lo que debe» presentarse.

El sistema de filtros de la información mantiene el consenso y absorbe la incertidumbre.

El control de las creencias y de las informaciones supone tener en las manos las fuentes de la legitimación del poder y la exclusividad de su uso.

El uso de creencias para que sometan y fijen, y así indoctrinen no es un uso religioso, es irreligioso.

Cuando las relaciones sociales deben conducir al sometimiento la comunicación se mueve por las líneas verticales y se bloquean las comunicaciones colaterales. Entonces los individuos colaterales compiten entre sí para conseguir los pocos escalones disponibles en la cadena de mando.

De esta manera la competencia colateral, insolidariza. A eso cabe añadir que se compite haciendo méritos delante de la autoridad y eso bloquea los lazos no jerárquicos, es decir las comunicaciones colaterales. De esta manera los amos tendrán pleno dominio de todos.

La sumisión y la competición escinde la sociedad en átomos incomunicados sólo unidos a través de las órdenes que bajan de arriba.

La competición entre súbditos es uno de los fundamentos de las sociedades autoritarias.

Así, la sociedad autoritaria es una asociación de hombres incomunicados entre sí, cohesionados desde arriba por la sumisión, que compiten entre sí y están en conflicto.

Estos rasgos, estructuralmente inevitables en las sociedades jerárquicas, empobrecen intelectual y moralmente a individuos y a grupos.

Para proteger todo este complejo conjunto hay que bloquear las posibles alternativas, bloqueando las alternativas se controlan las expectativas y se consigue así mantenerlo todo en los márgenes marcados.

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