Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
Las aporías de la ética
Si para construir la ética partimos de una antropología que dice que los humanos somos animales racionales, nos encontraremos con problemas irresolubles.
Es indudable que ya con las sociedades industriales y, sobre todo con la progresiva implantación de las sociedades de conocimiento de innovación y cambio continuo, se ha generado un gran problema axiológico grave. La moral propugnada por las religiones en las sociedades agrario-autoritarias se ha mostrado como no apta para las nuevas circunstancias culturales.
Se vivía en sociedades estáticas, que sobrevivían de la misma manera fundamental durante milenios. Eran sociedades agrario-autoritarias que bloqueaban los cambios, pensado que sus sistemas de comportamiento venían dictados por los antepasados sagrados y por los dioses. Tenían una moral dictada por la religión. La pensaban como universal e intocable.
Cuando aparecieron las sociedades industriales se encontraron con que la moral religiosa no solventaba los problemas axiológicos que el nuevo modo de vida presentaba. La solución que encontraron fue o eliminar la religión o separar la religión de las normas de la vida colectiva. Se abandonó la moral religiosa y se intentó fundamentar un sistema de comportamientos colectivos que no dependiera de las creencias; se pensó construir una ética de fundamento racional.
Se pensó que la razón era suficiente para organizar adecuadamente el comportamiento colectivo. Aunque se sostenía que éramos “animales racionales”, de hecho, se olvidó nuestra naturaleza animal. El resultado de este planteo es que a unos problemas netamente axiológicos se les dio una solución racional
Pero no se advirtió que las soluciones racionales, que son soluciones abstractas, que son formulación de postulados racionales, no llegan al sentir de los vivientes humanos y, por tanto, son soluciones ineficaces.
¿Por qué no se advirtió esta clara incoherencia? Creo que porque las sociedades industriales convivían con sectores amplios de la sociedad que todavía vivían como sus antepasados en sociedades agrario-autoritarias. La moral religiosa mitigaba la insuficiencia de las soluciones de la ética racional. Las ideologías tenían exigencias de comportamiento que se motivaban mediante las ideologías mismas.
Cuando las sociedades de conocimiento comenzaron a imponer sus exigencias es cuando se pudo apreciar claramente que una ética racional no basta para solventar problemas axiológicos como los que presenta el crecimiento continuamente acelerado de las tecnociencias y sus consecuencias en las formas de vida de los colectivos.
Se ha hecho evidente que las tecnociencias, dejadas a su propia dinámica, tienen y pueden tener consecuencias muy nefastas para la sobrevivencia de las especies vivientes, del medio ambiente y de la misma humanidad. Este desarrollo acelerado de las tecnociencias y de sus consecuencias ha puesto de manifiesto que la racionalidad sola no basta para gestionar esos cambios continuos del crecimiento continuamente acelerado de las ciencias, las tecnologías y de las consecuencias de los nuevos productos y servicios.
La dinámica de las sociedades de conocimiento ha puesto también de manifiesto que la antropología que sostiene que los humanos somos animales racionales es todavía una laicización de la vieja antropología, vigente no hace mucho, de que los humanos somos un compuesto de cuerpo y espíritu.
Una sociedad de cambio constante y acelerado no puede ser una sociedad creyente porque las creencias aparecieron como un instrumento de las sociedades estáticas para bloquear los cambios de importancia. Si el espíritu cae, porque no se puede creer en él, la racionalidad queda al descubierto y lleva a preguntarse ¿de dónde sale esa racionalidad?
En la nueva situación que tiene que funcionar sin creencias y, por tanto, sin religiones y sin ideologías, habrá que postular una antropología fundamentada en datos. El dato primario es que los humanos somos unos animales, cuya diferencia específica es nuestra competencia lingüística. Somos uno animales constituidos como tales animales por el habla.
Desde esta base antropológica hay que construir nuestros sistemas de comportamiento. Una ética racional es insuficiente para motivar y cohesionar colectivos de vivientes. Todos los vivientes son un sentir del mundo que les rodea. Nosotros como vivientes, sin un espíritu añadido, sin una racionalidad que no se sabe de dónde proviene, somos también y fundamentalmente un sentir de la inmensidad que nos rodea. Las soluciones a nuestros problemas axiológicos, que son centrales y urgentes en las sociedades de conocimiento, no pueden presentarse con formas racionales, sino que, además de racionalidad, tienen que llegar a nuestro sentir.
Los problemas axiológicos tienen que solventarse con soluciones axiológicas. Las soluciones que se construyan han de llegar a la sensibilidad, de lo contrario las formulaciones éticas racionales no llegan a los animales constituidos como tales por su competencia lingüística.
Las tecnociencias y sus consecuencias en nuevos productos y servicios, que alteran las formas de vivir, pensar y sentir de los colectivos, cambian continua y aceleradamente. Las soluciones axiológicas, los sistemas de valores, los proyectos de vida colectiva tendrán que seguir la marcha de las sociedades de conocimiento. Eso significa que no podemos esperar esas soluciones ni de las religiones, ni de las ideologías, porque corresponden a sociedades estáticas o que se interpretaban como estáticas, sino que tendremos que crearlas nosotros mismos.
Si nosotros mismos hemos de construirnos los proyectos de vida, según los problemas que presenten las tecnociencias, tendremos que construir un saber que diga cómo las hemos de construir: la epistemología axiológica.
La ética propone una solución racional a unos problemas que son axiológicos, y como esas soluciones no son capaces de motivar a unos vivientes hablantes, propone que las leyes suplan la insuficiencia motivadora de la ética racional.
Con esta solución propone la cohesión por sumisión a sociedades de conocimiento que, para poder ser creativas, tienen que excluir la sumisión.
La pretendida ética racional tiene que ser sustituida por la creación de proyectos axiológicos colectivos (PAC) Esos PAC nos dirán como tenemos que comportarnos con un crecimiento continuamente acelerado de las tecnociencias y de sus consecuencias.