Marià Corbí Nuestro ser cognoscitivo es una suma diversificada de funciones psíquicas: percepción, sensibilidad, conocimiento, amor, imaginación, voluntad, etc.; todo ello son aspectos diferentes de nuestro ser cognoscitivo. El núcleo de nuestro ser es percibir, tomar conciencia. Caminar hacia el conocimiento no puede tener fin. Siempre empezando mundos nuevos. El camino hacia la verdad, es un camino y una búsqueda que se hace con todo el ser, con la mente y el sentir. La verdad que se indaga es, al mismo tiempo, la verdad humana y más allá de toda medida humana. Es un camino sin fin. Es aprender a ser testigos imparciales del misterio sin fin de la existencia. La naturaleza humana y su destino es aprender, y aprender sin límite. Su ser conciencia-testigo es lo que lo define, y llegar a ser esta conciencia-testigo es lo que constituye su beatitud. Las creaciones de nuestra mente dirigen nuestra suerte como humanos.
Las dos grandes posibilidades humanas
Sólo hay dos grandes posibilidades para nuestro linaje:
La primera es que el fuego y la sed del deseo, con su compañero inseparable, el temor, dirijan nuestras vidas. En ese caso, las expectativas orientan todo nuestro vivir. Pero las expectativas o no se cumplen o defraudan cuando se realizan, porque siempre prometen lo que no pueden cumplir. ¿Por qué siempre defraudan? Porque son sólo representaciones nacidas de nuestros deseos y temores y lo real no se corresponde con esas esperanzas de nuestra mente y nuestro corazón. Lo real es completamente “otro” con relación a nuestras pequeñas medidas.
La segunda posibilidad arranca del fuego y la sed del deseo pero intenta una y otra vez escapar de ellos. A esos intentos repetidos y sinceros termina por advenirle el don del conocimiento que libera del fuego y de la sed, y reconduce a la fuente de toda realidad.
Esta doble posibilidad puede expresarse en otros términos.
La primera posibilidad: De la fuente del ser proviene una atracción que opera cuando se gusta su sabor. Quien sigue la huella de ese sabor sutil puede escapar de la urgencia de la sed del deseo. Así, usando símbolos milenarios, se escapan del infierno y entran en el paraíso de Dios.
La segunda posibilidad: La atracción que proviene de la fuente del ser es recubierta por las expectativas de la sed. Parece tener la consistencia de la fuente, pero es perecedero y vacío como la expectativa que lo encubre.
Dice Rumí:
Guárdate de que el adorno te aparte del camino recto, y de que la falsa imaginación te arroje al pozo. [1]
[1] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 77.