CETR En la epistemología axiológica iniciada por Marià Corbí se afirma que los humanos tenemos un doble acceso a la realidad gracias al hecho de hablar, y que eso es lo que nos diferencia del resto de animales. Nuestra captación de la doble dimensión en la realidad tiene consecuencias: es lo que nos abre la posibilidad del arte, la filosofía, lo que se ha llamado espiritualidad y la acción desinteresada. El curso consta de 6 sesiones, una al mes de enero a junio, en él se trabajará, además de la nueva antropología introducida por la epistemología axiológica, y sus consecuencia como la doble dimensión de la realidad, la noción de que lo que tomamos por realidad es nuestra modelación pero que por necesidad la tomamos como descripción de cómo es la realidad; abordaremos los dos tipos de epistemología: la mítica y la no mítica, entre otros temas extraídos del libro de Marià Corbí Proyectos colectivos para sociedades dinámicas. Principios de Epistemología Axiológica de la Ed. Herder.
Vivir en el sentir hondo
Estas reflexiones sobre el sentir hondo provienen del libro de Marià Corbí:
El sentir hondo de la vida. Principios de epistemología axiológica 7. (Bubok, 2022)
(más información, compra o descarga en este enlace)
1. El sentir hondo
El sentir hondo es el sentir del misterio de los mundos, ese sentir es el corazón del misterio y de mi propio ser. En ese corazón sagrado no hay distinción entre el sentir y la lucidez de la mente, forman una indisoluble unidad: el sentir es lucidez y la lucidez es sentir.
¿Cómo se pasa del mundo de los afectos, propios del sistema de señales, al sentir hondo?
Simplemente mirándolo todo con interés, sin buscar nada. Solo mirar a todos los seres y a sí mismo, como uno más, sin buscar ni esperar nada. Mirándolos con intensidad y curiosidad porque están ahí, simplemente por eso.
Cuando alguien mira así a los seres, se admira de que sean, de que estén ahí, de que sean como son, de que sean tan complejos y bellos.
Cuando se mira así se advierte la interdependencia de todos con todo. Todo depende de todo. Todo es uno en la interdependencia mutua.
Quien mira y admira la realidad y belleza de cada uno de los seres, en sus interdependencias mutuas, comprende la unidad, que le incluye a él mismo, y lo venera todo como «ahí», como absoluto.
La última consecuencia de mirar con intensidad, que es admirar incondicionalmente y venerar a todo lo que es, es el amor. Amor completo a eso uno, absoluto y sin palabras.
El amor a todo se despliega en bondad con todos y con todo.
El punto de arranque del sentir profundo es mirar, un mirar tan intenso que es mirar desde el silencio de todo lo que no sea eso mismo que se mira. El mirar eso por lo que me intereso, lo calla todo porque no se busca nada: solo los recuerdos y las expectativas enturbian el mirar.
Cuando se mira porque sí, porque eso que miro está ahí, la admiración, la veneración y el amor surgen naturalmente.
El sentir hondo es fácil, es solo mirar con todo el corazón, toda la mente, todos los sentidos y con todo el ser.
Cuando se mira así todo se vacía de entidad propia y todo se muestra como el misterio de los mundos, y nada más.
Qué entendemos por el sentir hondo
Es descender a la hondura del sentir, desde el sentir sistema de señales.
Es ver y admirar todos y cada uno de los seres, sin buscar nada en ellos, si no es mirar, admirar, amar y venerar.
Es estar agradecido a la presencia de todo lo que es.
Es contarse entre los agradecidos por todo y por sí mismo.
Es sentir las plantas y las flores, los árboles y animales, grandes y pequeños.
Es sentir el cielo, el sol, la luna y las estrellas.
Es sentir la tierra y su esplendor.
Es sentir las formaciones de las nubes y sus formas y colores.
Vivir en el sentir hondo humano
es vivir en el agradecimiento y la veneración,
es invadir mi sentir egocéntrico, propio de todo viviente, de generosidad,
es vivir en el agradecimiento, la unidad y el amor,
es vivir el nivel gratuito y absoluto del sentir,
es vivir reconociendo en todo a «Eso», incluso en sí mismo.
Ahí se reconoce la belleza, la bondad y el don,
se reconoce la verdad que no es formulación.
Ahí se genera la paz, la flexibilidad, la creación
la alegría y la felicidad.
Ese es lugar de mi naturaleza propia.
Cuando no se busca nada, no hay nadie.
Ahí está el sentir hondo.
Ese es mi corazón sagrado y el sentir de la inmensidad de los mundos.
Eso mismo es la inmensidad de los mundos. (p. 127-128)
2. El sentir sistema de señales y el sentir hondo
El sentir que funciona como un sistema de señales para satisfacer las necesidades del viviente y evitar riesgos es el sentir que sirve al ego para gestionar la sobrevivencia.
Por la función que ha de realizar, se considera como exclusivo que indica lo que hay que hacer y qué hay que evitar. Funciona con epistemología mítica y excluye la duda de lo que afirma con su sentir e interpretación de la realidad.
El sentir, sistema de señales, que es el padre de los sentimientos, odios y afectos, es el instrumento que sirve al ego, el gestor de la vida humana, para orientarse y operar en el medio de forma que sobreviva y no muera.
El sentir superficial, o sistema de señales, si no pretende ser el sentir únicamente válido para interpretar correctamente la realidad, proporciona la base y es un paso obvio y necesario para el sentir hondo. Sin ese sentir que modela e interpreta no podría darse el sentir hondo. Quien bloqueara su sentir superficial, bloquearía también la posibilidad del sentir hondo.
El sentir sistema de señales para el ego es el que nos lleva a operar en la inmensidad que nos rodea. Operando en el mundo, operamos en el misterio de los mundos. El entorno de su vivir es el innombrable misterio de los mundos.
El sentir hondo siempre se hace presente a los humanos, en un momento u otro, por alguna grieta del sentir sistema de señales, o como perplejidad, asombro e incluso temor.
El sentir que funciona como un sistema de señales es el que acota, hace la primera interpretación y valora, según las necesidades del viviente, en el medio en el que se mueve. Sin ese sentir superficial, el sentir hondo no tiene acceso a la realidad del mundo. Desde ese acceso primero el sentir hondo se admira, se extraña y ama.
Cuando el sentir hondo irrumpe en el superficial, lo relativiza y lo pone en un segundo plano, si es que es reconocido el sentir hondo por el sentir sistema de señales.
Cuando el sentir hondo se asienta y es reconocido, lleva a comprender que el sentir hondo y el sentir sistema de señales no son dos, son una unidad: la conmoción del viviente frente a la inmensidad de los mundos vividos desde la modalidad cultural que genera su forma de sobrevivir.
Todo humano tiene, en un momento u otro, el testimonio de su sentir profundo frente a la inmensidad oscura de un mundo del que sabe muy poco y del que depende en todos los aspectos de su vida. La sociedad en que vive le da narraciones y nombres para interpretar y nombrar ese misterio inescrutable. Las narraciones y nombres pueden ser religiosos o ideológicos.
Todo individuo tiende a nombrar o se ve forzado a nombrar esa dimensión que descubre nuestro sentir hondo, y que se afirma como radical y como lo que en verdad es.
Lo que siente y expresa esa dimensión honda de nuestro sentir invade por completo toda nuestra capacidad sensitiva y nos enfrenta a todo el misterio, la maravilla, la extrañeza, la exultación y el temor del mundo en que vivimos. Es una gran admiración y escalofrío frente a la inmensidad en la que estamos inevitablemente sumergidos.
El sentir hondo es la noticia, implícita o explícita, de la dimensión absoluta de la realidad. Solo puede darse en el seno del sentir sistema de señales para un viviente. El sentir hondo es el sentir de un animal, no de un espíritu. (p. 129-130)
3. La indagación del propio sentir
La indagación sensitiva puede ejercitarse tanto en la realidad exterior al sujeto, como en su mismo interior.
En el interior del sujeto, si se silencia y se traspasa el sentir humano que funciona como sistema de señales para la supervivencia, se reconoce el sentir completo con toda su hondura, ahí se tiene noticia, en el sujeto mismo, de la dimensión absoluta.
Nuestro sentir humano completo no es del sujeto, porque es el corazón del misterio de los mundos.
En el sentir, y especialmente en su hondura, está la dimensión absoluta, porque es su realidad.
Mi sentir es esa dimensión absoluta. Lo absoluto reconoce a lo absoluto en mí y en toda criatura, pero ese reconocimiento no llega a la conciencia del yo, porque está obstaculizado por la función del sistema de señales del sentir que, para sobrevivir, ha de tomar por reales tanto el propio sujeto, como el mundo que modela desde la necesidad.
Si se traspasa esa frontera que es el mismo sentir, no queda ninguna alteridad.
Cuando el sentir reconoce a la dimensión absoluta como la propia realidad, sin dualidad alguna, se recupera la unidad.
Cuando se entra en la hondura del sentir, que es el sentir todo, se entra en la no dualidad, se entra en la lucidez y el calor que no es ni sujeto ni objeto.
Nadie siente nada, nadie reconoce nada, porque ha desaparecido toda dualidad.
En el sentir del corazón de los mundos no hay ni sujetos ni objetos.
Ser lúcido de la propia realidad en lo hondo del sentir no es una experiencia, ni un conocimiento, porque no hay dualidad, es sumergirse en el único.
Ahí, en mi sentir, ahí está el misterio de los mundos, la dimensión absoluta. Solo «Eso» y nada que sea «otro» que «Eso».
Sólo hay que bajar al propio interior y permanecer en él, sin buscar nada, reposado, hasta que la lucidez y el calor que siempre está ahí se trague al sujeto y su mundo de supuestas realidades, hasta que el sujeto reconozca su nada y sea absorbido por el que es, «Eso», la dimensión absoluta.
La dimensión absoluta está en mí, no en mi como sujeto, la no dualidad eliminó al sujeto. Anula el tiempo-espacio.
¿Cómo se hace esta indagación?
Sintiendo el sentir en sí mismo, hasta que solo quede el sentir con el silencio de sí mismo.
¿Cómo se siente el sentir? Interesándose por él con toda la mente y corazón; ahí está el sentir de sí mismo y del cosmos. Ese sentir de sí mismo y del cosmos es el secreto mismo de los mundos, es la realidad de la realidad, la gran incógnita, el ser de todo.
Verificando que:
El sentir, vuelto sobre sí mismo, cuando no queda dualidad, ni es ni no es.
El sentir es luz que no ilumina nada, y es calor que no quema nada.
Ese sentir está aquí, pero supera el espacio y el tiempo.
Que está aquí en este organismo, habita en este animal, pero no nace cuando el organismo nace, ni muere cuando él muere, porque es la luz y el calor de los mundos inmensos.
Quien llega a ese sentir no teme a la muerte.
La maravilla del sentir humano, con todas sus funciones, es el centro del misterio de los mundos, no es simplemente un sistema de señales para la sobrevivencia del animal humano. (p. 141-142)
4. El sentir hondo no brota desde las profundidades
Con el sentir hondo y su cultivo puede cometerse un error grave: estar atento y esperando que el sentir hondo brote de las profundidades de una forma semejante a como el sentir que funciona como sistema de señales brota frente a un estímulo.
El sentir hondo no brota como una respuesta a una estimulación porque nada puede despertar al sentir hondo. El sentir hondo ni necesita nada, ni busca nada; no está frente a nada ni nadie porque no es un sentir desde la dualidad. Es el sentir de la unidad desde la unidad.
Es error serio tratarlo como si formara parte del sentir-sistema de señales. Quienes confunden los niveles del sentir de nuestra interioridad, se condenan a sí mismos a impedir el desarrollo de su sentir profundo.
El sentir hondo, al no responder a ningún estímulo tiene que ser cultivado directamente. ¿Cómo? Ejercitándolo, cobrando conciencia de él explícitamente, intentado expresarlo, descubriéndolo en todas las realidades y en sí mismo.
Hay una belleza captada y propia del sentir sistema de señales, pero hay también una captación de la belleza honda de toda realidad, que es indiferente y diferente de la belleza apreciada por el sentir propio del sistema de señales. La captación de la belleza honda puede apreciar y valorar lo que no es bello, según el criterio del sentir superficial.
Esa captación honda de la belleza no es una prolongación de la belleza reconocida por el sentir sistema de señales. Es espontánea, no surge frente a un estímulo, es autónoma y tiene que aprenderse a hacerla surgir. Es libre, crece con el cultivo hasta que se extiende a todo lo existente. Aprendiendo a decirla, se aprende a reconocerla hasta que enmudece toda posibilidad de decir y solo prosigue la posibilidad de aludirla.
Nuestra capacidad de sentir hondo se comporta de una forma parecida. No brota de la profundidad como si fuera estimulada. Es libre, para que se actualice requiere ser reconocida, indagada, expresada, creada, extendida a los cielos y la tierra y todos los que las habitan.
Esa sensibilidad profunda debe ir invadiéndolo todo. A medida que lo invade les arrebata el ser, muestra su vaciedad de entidad propia, muestra que su realidad es un abismo, muestra que no hay nada frente a la sensibilidad profunda, porque es la sensibilidad profunda misma lo que hay.
Hay que intentar continuamente aludirla, de la forma más expresiva posible. Esos intentos la hacen crecer, refinarse, darse a sentir más claramente. El sentir hondo adentra en la perplejidad, en la admiración, en la disolución de toda frontera, en el silenciamiento de toda objetivación y de toda dualidad.
El sentir hondo no brota como un volcán desde nuestro propio interior; es como un genio que hay que aprender a despertar para que salga y lo transforme todo en maravilla.
El sentir hondo es también una creación, pero una creación en el humano que tiene que realizarse en co-creación, en un co-despertar, en un co-crecimiento. Sin comunicación de lo que solo se puede aludir, no hay desarrollo de la sensibilidad honda. Solo ayudándose mutuamente hay reconocimiento de ese nivel del sentir. Solo escuchado a los que han conseguido despertar a ese genio, puede despertarse el propio genio. (p. 143)