Marià Corbí Hemos llegado a concluir que la vida espiritual, que hemos llamado calidad humana profunda, consiste simplemente, en una vuelta radical a las cosas, sin buscar nada, por interés por las mismas cosas, por poder ver y sentir lo que dicen: la doble dimensión de la realidad. Creemos que es la forma adecuada de espiritualidad, la forma de adquirir la calidad humana profunda para las sociedades de creación e innovación continuada. La figuración de la dimensión absoluta como una trascendente divinidad debe dejar paso a recuperar esa misma dimensión absoluta a la realidad del mundo que nos rodea, que es nuestra propia modelación.
Ibn Arabí
Quien queda atrapado por una adoración particular ignora necesariamente (la verdad intrínseca de otras creencias), por los mismo, su creencia implica la negación de otras formas de creencia. Si conociera el sentido de las palabras de Junayd: “el color del agua es el color de su recipiente”, admitiría la validez de todas las creencias, y conocería a Dios en toda forma y en todo objeto de fe. No tiene el conocimiento de Dios y se funda únicamente sobre la opinión de la que habla la palabra divina: “me adapto a la opinión que mi servidor se hace de mí”, que quiere decir “no me manifiesto a mi adorador más que en la forma de su creencia; que generalice si quiere o que determine”.
La divinidad conforme a la creencia es la que puede ser definida, y es el Dios que el corazón puede contener (según la palabra divina “ni mis cielos ni mi tierra pueden contenerme, pero el corazón de mi fiel servidor me contiene”) Pues la divinidad absoluta no puede ser contenida por ninguna cosa, porque ella es la esencia misma de las cosas y su propia esencia. (Ibn Arabí, s.XII. Múrcia-Damasco)