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Sufismo, vía del corazón

Halil BárcenaDirector del Institut d’Estudis Sufís de Barcelona Dice un viejo adagio sufí persa: “¿Ṣūfī xist? ¡Ṣūfī… ṣūfīst!”; o lo que es lo mismo: “¿Qué es un sufí? Un sufí es… un sufí”. Pues bien, el sufismo no es más que eso… ¡el sufismo! Al igual que la vida o el amor, pongamos por caso, el sufismo es una realidad inefable, indefinible, no divisible, que sólo admite, valga la expresión, ser vivible. Como el Tao, que deja de serlo cuando es descrito, el sufismo que se puede nombrar no es el sufismo. Hablar sobre él es, en cierto modo, traicionarlo. Y en principio -pero sólo en principio-, eso sería todo. Por consiguiente, el sufismo no es nada más que vivir (lo cual no es poco); al fin y al cabo, la vida es su propia meta. Vivir, eso sí, como sólo merece la pena hacerlo: despierto, alerta, de forma espontánea,…

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Vislumbres de lo real: religiones y revelación

Una pequeña selección de fragmentos [ Herder, 2007 ] (…) El efecto revelatorio comporta un triple descentramiento de las propias evidencias, tanto de las personales como de las aceptadas por el grupo: hacia la Realidad o el Ser trascendente, hacia los demás y hacia las cosas del mundo. Sin este triple excentramiento –que, en su fondo, es un único descentramiento, porque lo que hace es desplazar el propio centro hacia algo mayor que uno mismo- no hay revelación, sino repetición del propio psiquismo o del contenido cultural bajo la forma de disfraz religioso. Ahora bien, este descentramiento supone, al mismo tiempo, un recentramiento, en la medida en que devuelve a cada persona a su más profundo centgro, haciéndola crecer desde su propio fundamento. La revelación no es una alienación sino una anticipación de realidades y de comprensiones a las que la conciencia antes no tenía acceso. No saca de la…

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EL AMOR DESARMADO

  Texto del patriarca de Constantinopla, Atenágoras I (1886-1972) “Hay que hacer la guerra más dura, que es la guerra contra uno mismo. Hay que llegar a desarmarse. Yo he hecho esta guerra durante muchos años. Ha sido terrible. Pero ahora estoy desarmado. Ya no tengo miedo a nada, ya que el Amor destruye el temor. Estoy desarmado de la voluntad de tener razón, de justificarme descalificando a los demás. No estoy en guardia, celosamente crispado sobre mis riquezas. Acojo y comparto. No me aferro a mis ideas ni a mis proyectos. Si me presentan otros mejores, o ni siquiera mejores sino buenos, los acepto sin pesar. He renunciado a hacer comparaciones. Lo que es bueno, verdadero, real, para mí siempre es lo mejor. Por eso ya no tengo miedo. Cuando ya no se tiene nada, ya no se tiene temor. Si nos desarmamos, si nos desposeemos, si nos abrimos…

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