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Libro – Introducción a la espiritualidad del Maestro Eckhart (1260-1328) por Amando Robles

 

 

Puedes descargar el libro completo en este enlace: Introducción a la espiritualidad del Maestro Eckhart (1260-1328) por Amando Robles

Introducción

Ya va para siete años que escribí Hombre y mujer de conocimiento, un pequeño libro que gustó bastante, planteando la espiritualidad laica, no religiosa, que personalmente creí encontrar en las famosas “enseñanzas” de don Juan Matus y Carlos Castaneda. Fue entonces cuando una amiga, secundada de inmediato por varios compañeros de trabajo, me propuso hacer algo parecido con la espiritualidad del Maestro Eckhart. La idea me pareció tan buena que inmediatamente acepté. Sin duda que mi amiga lo hacía pensando en la calidad de la espiritualidad eckhartiana, que ambos ya conocíamos y que por su riqueza bien merece ser puesta al alcance de los hombres y mujeres de hoy. Pero yo lo acepté sobre todo por la convicción profunda que ya entonces tenía de que la espiritualidad del Maestro Eckhart es también, en el fondo, una espiritualidad laica y como tal muy apropiada para los hombres y mujeres de hoy, que rehúyen, y con razón, lo religioso como mítico. ¿De hecho no es así como lo vienen leyendo estudiosos hinduistas y budistas? Y lo leen bien. Una espiritualidad laica y, como tal, muy adecuada para la sociedad y cultura de conocimiento que estamos construyendo. Y este es el propósito del presente libro, también introductorio y pequeño: mostrar al lector que la espiritualidad del Maestro Eckhart, de por sí ya famosa por su gran calidad, en el fondo es una espiritualidad laica, ponerla en valor como una espiritualidad muy pertinente para hoy aunque en su forma y contenidos sea tan religiosa, e inducir al lector a la lectura personal de los sermones y pequeños tratados del Maestro.

Es cierto que en principio toda espiritualidad, auténtica y verdadera, es actual, es decir, se puede leer desde hoy, como es el caso de la espiritualidad del Maestro Eckhart, y ello por más que pertenezca al pasado y la cultura en la que viene expresada sea eminentemente religiosa, con creencias y dogmas que nosotros ya no podemos aceptar, o si no religiosa, expresada en una cultura y visión de mundo que ya no son las nuestras. Es lo mismo que sucede en el arte, y aun más. Nosotros podemos admirar y admiramos obras de arte como auténticas creaciones que son, es decir, podemos tener un conocimiento impactante de ellas, independientemente de qué tiempo y cultura sean, con siglos e incluso milenios de distancia temporal entre ellas y nosotros, y ello sin tener que hacer propia la visión de mundo y creencias que las pueblan. Porque distinguimos formas de contenido estético, e incluso formas y contenido estético de la creación propiamente tal que supone toda obra de arte. Formas y contenidos son de un tiempo, lo que hay en ellas de creación trasciende el tiempo, pertenece a una especie de eterno presente humano, que se caracteriza pues por una cierta atemporalidad.

Algo así, pero de manera aún más transcendente y sutil, es lo que sucede con la espiritualidad. Esta, acontecida, por no decir creada también, trasciende verdaderamente el tiempo. Su tiempo es el ahora eterno, un ahora que permanece aún más allá de las expresiones, en el fondo temporales por culturales, que tiene que utilizar cuando se expresa. Por ello, cuando siglos y aun milenios después, al traspasar las expresiones nos encontramos con ese ahora atemporal, eterno, lo estamos captando como lo que es, algo verdaderamente actual. El tiempo pasa por las formas, pero no por la espiritualidad en tanto realidad y experiencia. Esta, cuando es verdaderamente tal, sigue siendo tan actual como cuando fue vivida y expresada en el pasado. Es literalmente actual, porque es atemporal. Es cuestión de leerla y aprehenderla trascendiendo su temporalidad expresiva, su forma cultural. Esto es lo que hace que toda espiritualidad sea actual y la podamos captar como tal, no importando el lenguaje religioso o cultural en el que haya sido expresada y en el que venga culturalmente envuelta.

Pero cuando decimos que la espiritualidad del Maestro Eckhart en el fondo es laica, y por ello especialmente actual, sin negar lo que acabamos de decir, nos estamos refiriendo a una cualidad, no común en principio a todas las espiritualidades, sino muy propia, podríamos decir idiosincrática, del Maestro Eckhart. Y es su manera de expresarse laicamente, además de religiosamente, cosa que le hace culturalmente, y ya no solo espiritualmente, actual.

La espiritualidad del Maestro Eckhart es religiosa, no solo religiosa, es cristiana, eminentemente cristiana, impregnada de la fe del cristianismo y de sus dogmas, inseparable de esta y de estos. Pero es más. Su espiritualidad se puede mantener sin ninguna referencia a Dios y a la encarnación de Jesucristo su Hijo, piezas claves de la dogmática cristiana, y esta segunda, “el hecho más sublime que ha acontecido” según el Maestro Eckhart. Por ello, de hecho, con frecuencia el Maestro Eckhart reconocerá estar llegando a “verdades” a las que filósofos “paganos” ya habían llegado. En otras palabras, hay dimensiones de la realidad, como la propia Unidad de esta, que basados en su propia capacidad racional hombres y mujeres pueden descubrir como verdades aun siendo “paganos”, es decir, sin ser cristianos ni apoyarse en la fe cristiana. La realidad como Unidad no es una verdad exclusiva de cristianos, es una dimensión humana, inherente a todo ser humano, que racionalmente este puede descubrir y descubre en todo lo que aparece ante nosotros como realidad y ello independientemente de que sea cristiano o no, creyente o no creyente.

En el fondo el Maestro Eckhart podría decir lo que en términos mucho más modernos y recientes expresó Marcel Légaut, espiritual francés católico laico, esto es, no clérigo ni religioso, que vivió en el siglo pasado (1900-1990). En la Introducción a su libro El hombre en busca de humanidad (Aubier 1971, Asociación Marcel Légaut 2001) pudo escribir: «El autor de este libro es cristiano, pero no cree que las afirmaciones básicas sobre las que el hombre tiene que edificar y dar sentido a su vida surjan necesariamente del cristianismo, por más exigentes que sean y por más que reclamen una inmensa interioridad a fin de despegar todas sus consecuencias. (…). En realidad, pertenecen a la esencia humana. Básicamente no dependen de ninguna religión ni de ninguna ideología filosófica.». El Maestro Eckhart no se expresó así, pero nosotros lo podemos hacer, y esto es lo que sentimos cuando lo leemos.

La actualidad cultural del Maestro Eckhart la podríamos expresar diciendo que en él la teología no está en función de comprender verdades “religiosas” o “reveladas, sino en función de comprender la condición humana del ser humano, su humanidad. Y ello lo logra sobre todo a través de su concepción del ser humano y Dios en términos de Uno y Unidad, categoría eckhartiana por excelencia, no religiosa, como tampoco metafísica, sino más bien total y, como total, espiritual. De ahí la importancia que la misma tiene en todo su discurso.

Concebir Dios, Jesucristo, el ser humano, todas las cosas, en términos de Unidad, es la forma más radicalmente laica de concebir eso que llamamos el Ser o la Realidad, y por ello no religiosa. Es hablar del Ser o de la Realidad como lo que son, la Unidad en sí misma, la Unidad antes que todo fuera, incluidos Dios y nosotros, la Unidad que sigue siendo incluso cuando Dios y nosotros, sin dejar de ser Uno, comenzamos a ser creadores. La Unidad es tan laica que existió y existe antes de Dios creador, antes y después de que Dios pudiera ser concebido religiosamente y, por tanto, cristianamente, «cuando Dios aun no era Dios, más era lo que era» y nosotros tampoco éramos, o éramos lo que éramos antes de ser. Es tan laica que para concebirla hay que liberarse del Dios representado y por tanto del Dios creído de la religión. De ahí su famosa expresión, “Por eso es que le pido a Dios que me libere de Dios». Aquí es donde radica la naturaleza radicalmente laica de la espiritualidad del Maestro Eckhart. Y esto es lo que hace que el lector no creyente de nuestros días o culturalmente poco religioso pero ávido de espiritualidad, una vez que la ha descubierto, sobrepase fácilmente su lenguaje religioso y la sienta tan actual.

La epistemología de la cultura actual presiente que de Dios no se puede hablar como ser personal, principio, origen y/o causa. Tal Dios no sería Dios. Dios, como dice tan recurrentemente Eckhart, «no es ni esto ni aquello». De ahí la empatía con la que hombres y mujeres de hoy reciben el Dios Uno, Unidad, del Maestro Eckhart, literalmente inefable, que no es esto ni aquello, porque es Uno y, siendo Uno, es todo.

El trabajo que el lector tiene en sus manos trata de presentar esta espiritualidad poniéndola en valor e introduciendo a ella. No es otra su pretensión. De ahí el índice temático del mismo:

  1. Espiritualidad de un atractivo especial
  2. Datos biográficos más importantes del Maestro Eckhart
  3. Ser humano, cosas, Dios. Una primera aproximación
  4. Unidad en la Unidad y, en la Unidad, la Unidad eternamente
  5. Padre, Hijo y alma, una sola unidad. Teología eckhartiana de la unidad
  6. “Del nacimiento eterno”
  7. El desasimiento o condición humana suprema para lograr la unidad
  8. Su visión del ser humano o antropología
  9. Espiritualidad del ser y del comprender

Para inducir al lector a la lectura personal de los sermones y tratados del Maestro Eckhart, además de poner en valor sus aportes siempre que ello nos parece necesario y pertinente, lo citamos lo más posible, comenzando por el título. De esta manera, familiarizado el lector con sus categorías más importantes, con su estilo y enfoque, y atraído por su osadía filosófica y teológica, por no decir por su sólida y original formación en ambos dominios, esperamos que el lector se sienta atraído por leerlo personalmente, verificar por sí mismo lo que se le dice en este trabajo introductorio, porque en espiritualidad nada es cuestión de creer, y estar seguro de que lo entenderá correctamente.

Sólo nos resta pedir disculpas al lector por lo que le van a parecer muchas reiteraciones. Solamente advertimos que una parte no pequeña se debe a la naturaleza misma de los escritos en alemán aquí comentados del Maestro Eckhart, que son sermones y algunos breves tratados, y como sermones, reiterativos. Aceptada, por innecesaria, la parte que nos corresponde en estas reiteraciones, y pedidas las disculpas, por la calidad de las enseñanzas que contienen las reiteraciones del Maestro Eckhart valen la pena, porque constituyen siempre una riqueza y una ocasión de profundizar más y más. Y ello en una materia humanamente tan importante, la más importante de todas. En este sentido el lector se verá ampliamente compensado.

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