John Berger ¿Se puede escribir todavía algo sobre él? Pienso en todas las palabras que ya se han escrito, incluidas las mías, y la res- puesta es “no”. Si miro sus cuadros, la respuesta vuelve a ser “no”, aunque por una razón diferente: sus cuadros invitan al silencio. Casi iba a decir que ruegan silencio, y eso habría sido falso, pues ni una sola de sus imágenes, ni siquiera la del anciano con la cabeza entre las manos en el umbral de la eternidad, muestra el menor patetismo. Siempre detestó inspirar compasión y hacer chantaje. Solo cuando veo sus dibujos me parece que merece la pena añadir algunas palabras. Tal vez porque sus dibujos tienen algo de escritura, y a menudo dibujaba en las cartas. El proyecto ideal habría sido dibujar el proceso que llevaba a sus dibujos, tomar prestada su mano de dibujante. Sin embargo, lo intentaré con palabras.
Aqueste llagado corazón
Por Michele Najlis,
«Cantos de Ifigenia”, 1991
aqueste corazón, no le sanaste?”
Sn. Juan de la Cruz
¿Qué flores no te tomado de tus manos?
¿Qué fieras no he vencido por tu amor?
¿Qué oscuridad no he desafiado hasta el cansancio por tus ojos?
¿Qué centinelas no abatí para llegar al lecho en que reposas?
¿Qué auroras no he agotado tras tus pasos?
¿Qué bosques, qué peligros, no he cruzado valerosa?
¿Qué espinas no han herido mis manos y mis pies?
¿Qué lágrimas fatigan mis ojos doloridos?
¿Qué límites no he roto por tu cuerpo?
¡Cuántas veces abrí la puerta de mi alcoba
buscando tus palabras, tus besos, tus caricias!
¡Cuántas veces oí tu voz que me llamaba
y el aire de tu cuerpo danzando tras mi puerta!
Mi alma se escapaba al escucharte,
pues mi amor se alzaba hasta lo alto de los cielos
y mi llanto fecundaba el agua de los mares
Pero esta llama que arde ¿habrá de consumirme?
Este fuego que abrasa ¿habrá de calcinarme?
Este fulgor ardiente ¿habrá de aniquilarme?
¿No me darás un día el vino de tus labios?
¿No curarás mi cuerpo lacerado?
¿No me llevarás a tu viña florecida?
¿No me conducirás al monte donde sopla la brisa?
¿No me harás beber el agua del arroyo?
¿No habrá luz para mis ojos ni música que alivie mis oídos?
¿No habrá para mí descanso entre tus brazos?
¿No reposará mi cabeza reclinada en tu pecho?
¿No pastarán mis palabras cansadas
en el dulce remanso de tus besos?
¿Por qué, pues me has llagado
no tomas esta vida que robaste?