LA LEY DEL KARMA
Explicada desde el Centro Budista de la Ciudad de México Los actos traen consecuenciasLa doctrina budista fundamental es la de la coproducción condicionada. Todo surge en dependencia de ciertas condiciones y nada tiene una esencia fija y básica; tampoco nosotros. Lo que somos ahora es el resultado de las condiciones de nuestro pasado. Lo que seremos en el futuro estará determinado por las condiciones del presente y uno de los factores determinantes principales de lo que seremos en el futuro es nuestro comportamiento actual. Nuestros actos determinan lo que somos. Esta premisa hace posible una vida espiritual y el Buda así lo entendió. Al empezar a cambiar nuestro comportamiento también comenzamos a hacernos diferentes. Ésta es la raíz de toda creatividad. No estamos predestinados a repetir las pautas de comportamiento del pasado, volviendo a ser la misma persona una y otra vez, sino que podemos convertirnos en una nueva persona…
El Islam y el fenómeno del libro sagrado
(extracto de una ponencia de Halil Bárcena)Director del Institut d’Estudis Sufís de Barcelona El objeto de reflexión que se nos propone en el presente encuentro de Can Bordoi toca de lleno al corazón del Islam, su esencia más recóndita. Asumir desde el sufismo, como de hecho asumimos, un acercamiento estrictamente simbólico a los textos sagrados, en este caso islámicos, nos exigirá examinar e interpretar de otro modo algunos conceptos de cuya pertinencia religiosa pocos son los teólogos, y menos aún los simples creyentes, que sospecharían a priori, como “revelación”, “libro santo”, “religión del libro”, “sello de la profecía” e incluso “dios”. De hecho esa es la tesis fundamental que defendemos en estas páginas, con la asistencia de algunas de las voces más preclaras tanto del sufismo histórico como de la gnosis shií, así como de sus mejores expositores e intérpretes contemporáneos (sean o no musulmanes), como los pensadores agrupados bajo…
Sufismo, vía del corazón
Halil BárcenaDirector del Institut d’Estudis Sufís de Barcelona Dice un viejo adagio sufí persa: “¿Ṣūfī xist? ¡Ṣūfī… ṣūfīst!”; o lo que es lo mismo: “¿Qué es un sufí? Un sufí es… un sufí”. Pues bien, el sufismo no es más que eso… ¡el sufismo! Al igual que la vida o el amor, pongamos por caso, el sufismo es una realidad inefable, indefinible, no divisible, que sólo admite, valga la expresión, ser vivible. Como el Tao, que deja de serlo cuando es descrito, el sufismo que se puede nombrar no es el sufismo. Hablar sobre él es, en cierto modo, traicionarlo. Y en principio -pero sólo en principio-, eso sería todo. Por consiguiente, el sufismo no es nada más que vivir (lo cual no es poco); al fin y al cabo, la vida es su propia meta. Vivir, eso sí, como sólo merece la pena hacerlo: despierto, alerta, de forma espontánea,…
La percepción del Ser
Shankarâchârya (maestro vedantino. India, s. VIII-IX) Como las flores de una guirnalda sostenidas todas sobre un mismo hilo, los cuerpos, del primero al último, se sostienen todos continuamente en Mí. Del mismo modo que al hilo no le afecta el orden de las flores, Yo, uno y omnipresente, no soy afectado por el orden de los cuerpos. Cuando las flores son destruidas, el hilo no es destruido; cuando los cuerpos son destruidos, Yo, eterno, no soy destruido. A pesar de que sea un solo rayo de sol el que llega hasta la cama, parecen ser muchos cuando la luz atraviesa los agujeros del trenzado de cuerdas; del mismo modo, siendo omnipresente, parezco múltiple en la variedad de campos de conocimiento. Y así como el propio rayo no es afectado por las formas de los agujeros de la cuerda, así Yo, omnipresente, no soy afectado por las características de los…
«Alberto Caeiro» poema de El cuidador de rebaños
No creo en Dios porque nunca lo he visto. Si el quisiera que yo creyera en él, seguro que vendría a hablar conmigo y entraría por mi puerta diciéndome: ¡Aquí estoy! Pero si Dios es las flores y los árboles y los montes y el sol y el luar, entonces creo en él, entonces creo en él a todas horas y mi vida entera es una oración y una misa y una comunión por los ojos y por los oídos. Pero si Dios es las flores y los árboles y los montes y el luar y el sol, ¿por qué llamarle Dios? Le llamo flores y árboles y montes y sol y luar; porque si él se hizo, para que yo lo viese, sol y luar y flores y árboles y montes, si se me aparece como árboles y montes y luar y sol y flores es porque quiere que…