Francesc Torradeflot Les joies de les sàvies i els savis són com les branques del niu dels ocells, imprescindibles recers per poder aprendre després a volar lliures i a gaudir de l'aire fresc i de la vida en plenitud. La saviesa és la falda tendra i maternal que vivifica. És necessària però no suficient, és una llar i un solaç, però després cal volar. És un plaer per a mi poder compartir aquesta mostra del tresor d'humanitat que la vida ens ha regalat...
Interferència de la tecnologia en l’atenció a allò que és qualitatiu
Este texto se ha realizado a partir del libro “Los últimos niños en el bosque: salvemos a nuestros hijos del transtorno por deficit de naturaleza” de Richard Louv (Capitán Swing, 2018).
La tecnología reduce el uso de los sentidos y con ello la riqueza de la experiencia humana
Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
La atrofia de los sentidos ya estaba teniendo lugar mucho antes de que fuéramos bombardeados por la última generación tecnológica. Hace mucho tiempo que vivimos aislados de un mundo rico sensitivamente.
Cuando el sentir se mueve en un medio tecnificado genera un mundo de pocas dimensiones, lo que conduce a que parezca que está ya conocido. Necesitamos vivir con la conciencia de que no lo sabemos todo. El estado de ánimo de saberlo todo es solo el resultado de estar en la superficie de todo. El mundo se ha hecho pequeño y conocido. No queda misterio, ya hemos estado ahí y allá, ya lo sabemos todo sobre él. Nos volvemos conocedores superficiales de nuestra realidad.
Lo cualitativo de nuestro entorno afecta profundamente a nuestro bienestar físico y mental, lo cual es un resto evolutivo de nuestra especie y los humanos modernos deberían entender la importancia de tenerlo en cuenta.
Vivimos en un mundo en el que lo tecnológico lo tiñe todo pero no somos conscientes de lo que hemos renunciado para llegar a este estado, de tal manera que nos llega a parecer que relacionarse de forma virtual con lo cualitativo sintético (metaverso) puede substituir lo cualitativo real lo que nos genera la sensación de que no merece la pena de que le prestemos atención.
La “experiencia primaria“ para unos animales como somos nosotros, es poder ver, tocar, probar, oír, oler por nosotros mismos, directamente. Estamos empezando a perder la habilidad de experimentar nuestro mundo directamente. La experiencia primaria sensitiva está siendo sustituida por la experiencia secundaria indirecta, a menudo de distorsionada, de solo dos sentidos la visión y el sonido. Así el término experiencia queda empobrecido.
Las experiencias sensoriales generan íntimos vínculos del individuo con el medio en el que se vive. Para lo cual es necesario explorar, interactuar con todos los sentidos con el medio en su propio espacio y tiempo. Un medio rico cualitativamente presentará continuamente alternativas para una interacción creativa. Eso resulta esencial para el desarrollo saludable de una vida interior. Un medio rígido, cualitativamente poco estimulante, limitará el crecimiento saludable y el desarrollo del individuo o del grupo.
No atender lo cualitativo del lugar donde se vive tiene consecuencias: no se genera ligazón con ese lugar, lo cual no es bueno ni para la persona ni para el lugar; no se recogen los beneficios psicológicos y de humanidad plena que aporta ese contacto; se produce una distancia entre las personas y el mundo natural.
Lo que aporta el atender a lo cualitativo
Toca, ahora, convencer de las ventajas del cultivo de lo cualitativo.
Lo cualitativo es un antídoto para el estrés emocional y físico.
Permite darse cuenta de que hay en juego cosas mucho más grandes que uno mismo. Así se gana distancia para enfocar la vida, los problemas.
El contacto plenamente sensitivo con lo que nos rodea permite sentirse parte de lo que se mira, se toca, se huele.
El tiempo y el mundo se amplifican cuando uno se mueve entre lo cualitativo. Ese es un tiempo de libertad, de intimidad, de creatividad, de empatía; y ese es un mundo amplificado donde la propia individualidad queda resituada reduciendo, realísticamente, el pensarse el centro del mundo.
Cualquier lugar natural contiene un depósito infinito de información y por lo tanto el potencial para inagotables nuevos descubrimientos, para nuevas perspectiva en los que ejercer la creatividad. Enfocar su riqueza cualitativa hace salir de la manera cotidiana de acercarse a la realidad, abriéndose la posibilidad de poder contemplar fácilmente lo sutil, lo que no tiene fronteras y no está condicionado al tiempo. Y de esta manera, ir más allá del alcance limitado de la tecnología.
Se podría argumentar que un ordenador con sus casi infinitas posibilidades de código, es la caja de posibilidades más profunda de la historia. Más profunda que la realidad cualitativa. Pero el código binario compuesto de dos elementos: el uno y el cero tiene sus límites, mientras que la realidad que nos rodea con la capacidad de excitar todos los sentidos, sigue siendo la fuente más rica de posibilidades.
Atendiendo a lo cualitativo nos damos cuenta de que en torno nuestro merodea la cualidad de la belleza, el encanto, la gracia, difíciles de definir pero generosas. La internalización del contacto con esas cualidades proporciona un núcleo interno de calma y un sentido de integración con todo. Seguramente es posible encontrar asombro sensitivo en el ámbito de lo tecnológico, pero el entorno construido no ofrece un abanico de posibilidades tan amplio y sensitivo como ofrece el espacio físico con el deambular y sentir con todos los sentidos. Se podría alegar que Internet ha sustituido a los bosques, en términos de espacio inventivo, pero ningún medio ambiente electrónico estimula todos los sentidos.
Abordar lo cualitativo concreto en lo que nos rodea nos hace patente que somos sentir, un sentir más amplio que el del mundo de nuestra individualidad y que el del mundo que nos ofrece la tecnología.
Vivenciar una pasión por lo cualitativo en lo que nos rodea, eso es el motor para la lucha por salvar lo que queda de nuestro patrimonio natural, para reconstituir la tierra y el agua perdidas. Pero la pasión no llega en un vídeo o en un CD, la pasión es personal. La pasión por lo cualitativo se recoge de la realidad misma, de lo que nos rodea atendiendo e interaccionando con ella. Si vamos a salvar una relación cualitativa con el medio, deberemos salvar la relación con la naturaleza.
La vida moderna estrecha nuestros sentidos hasta que nuestro enfoque es mayormente visual, apropiado para las dimensiones de una pantalla de móvil, de un ordenador o de la televisión. Por el contrario, vivir, atender a lo cualitativo en lo que nos rodea agudiza todos los sentidos, y los sentidos son un anclaje para un sentir más hondo. Seguramente la anchura y la profundidad de lo que nos rodea, el misterio añadido en los sonidos, los olores y vistas es más grande que la relativamente corta y conocida lista de los estímulos que se presentan en lo mediado por la tecnología. Atendiendo a lo cualitativo en lo que nos rodea nuestros oídos están abiertos.
Conciencia de que se ha perdido algo
A pesar de vivir en esta coyuntura, las generaciones más jóvenes que han vivido en un entorno desvinculado de la naturaleza, de lo cualitativo, intiuitivamente comprenden que han perdido algo. Seguramente viven una disconformidad con la falta de elementos cualitativos en su vida por lo que algunos mantienen un anhelo de naturaleza que puede rescatarlos de la situación en la que vivien, y por ello, algunos, se resisten a deslizarse de lo real-cualitativo a lo virtual. “No quieren ser los últimos niños del bosque”.
Reconstruir el vínculo con lo cualitativo
Hay que ver y vivir lo cualitativo en lo que nos rodea como antídoto a la vida cotidiana, como reducción del estrés, para una mejor salud física, un sentir más profundo, mayor creatividad. Éstos son algunos de sus beneficios, nosotros añadimos que en advertir y vivir lo cualitativo reside la posibilidad de experimentar la doble dimensión, es decir la dimensión cotidiana y la que escapa de la cotidianidad en la misma cotidianidad. Aún es posible conectar con lo cualitativo en lo que nos rodea, para lo cual es necesario encontrar o redescubrir la alegría, el entusiasmo y el misterio en lo que nos rodea.
Hay que revertir la tendencia cultural de distanciarse de lo cualitativo de nuestro entorno. Para conseguirlo sería una buena estrategia unir la preocupación social (de padres, maestros, etc) por el aislamiento en el que viven sus hijos pegados a teléfonos y pantallas, con los estudios fundamentados sobre los riesgos de apartarse de lo cualitativo y con los planteamientos de la epistemología axiológica. Hay que aprovechar los movimientos sociales que tienen una creciente certeza de que tanto nuestra salud física como la mental están ligadas al entorno natural como los movimientos neoagrícolas, la escuela verde, el urbanismo verde, el crecimiento inteligente, el decrecimiento, CETR … Todos estos movimientos comparten una profunda tristeza ante la creciente brecha entre la naturaleza y la vida cotidiana. Una brecha que significa vivir en un medio empobrecido cualitativamente.
A pesar de todo, la gente joven que pertenece a lo que se podría considerar la primera generación desnaturalizada, ansía algo mejor. La semilla de la naturaleza se mantiene en ellos en estado latente y tiene la capacidad de desarrollarse con solo un poco de agua. Se les puede mostrar la riqueza cualitativa de lo que les rodea y hacerles vivir que forman parte en un todo cualitativo y que descubrirlo supone una mayor plenitud de vida.
Hay que hacerles experimentar la posibilidad de vivir en un constante asombro, un asombro que no viene tanto de nuevos conocimientos sino de mirar al mundo de tal forma que no se da nada por supuesto, nada es trivial, entonces todo resulta un asombro.
Hay que hacer vivir que el contacto cualitativo con lo que nos rodea nos hace ver que no estamos solos en este mundo sino que existimos junto a otra realidades y dimensiones con las que vivimos en total interdependencia. Hay que hacer vivir que estamos expuestos a algo mayor y más antiguo que nuestra existencia humana inmediata.
La ciencia puede apoyar en este redescubrir lo cualitativo pues nos hace redescubrir o reconocer el misterio de lo que existe. Pero hay que hacer participar nuestro sentir.
Disponemos de una oportunidad muy breve para transmitir a nuestros hijos nuestro amor por esta tierra, ese contacto cualitativo con ella. Ciertos de que esos son los momentos en los que el mundo tiene sentido.