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Ara que el dia es va esvaint

Ens ha deixat en Rafa Redondo, amic, mestre, referent, poeta. Com escriu la seva filla als amics i amigues d’Ipar Haizea, “la seva marxa deixa en nosaltres una absència física que fa mal, però també una presència profunda que ens acompanya sempre. El nostre aita ha estat un regal que continuarà parlant-nos en silenci, i estic segura que ho seguirà fent al cor de tots i totes nosaltres.”

Gràcies Rafa, amic de l’ànima!

 

Són moments que conviden a assaborir les seves paraules lúcides i agraïdes. En compartirem algunes.

Ara que el dia es va esvaint….

Ahora, que ya declina el día,
cuando asoma en mi rostro
el cansancio de las horas,
te doy mi gratitud, Fuente de vida,
por todo el recorrido de los rostros,
por todos esos ojos, tan inmensos, y tan nuevos,
por los que yo también miré desde la aurora;
por esas palabras honda, que sólo desde ti
y a tu dictado dije
y me dijeron.
¡Cuánta eternidad, en ellas y ellos…!
La gracia de haber sentido el Todo en todos
Te doy mi gratitud, Fuente de Vida.
Ahora que declina el día.                            [R.R. Silencioso decir, p.76]

 

Nacimos del Gran Silencio y nuestro horizonte es el Gran Silencio.  (íbid., 71)

 

* * *

Dia a dia, instant rere instant, procurant mantenir-se en presència lúcida. Transcrivim d’un missatge de veu (28.02.2022):

Te cuento. Esta tarde ha sido una tarde… ¡pesadísima! Mi cuerpo pesaba un quintal, …se me hacía bastante gravoso el caminar, como pocas veces. Subir después las escaleras de casa… Era como cuando un ciclista corona un ‘colt’, como Bahamontes, aquel famoso de mi tiempo. Pero bueno, al final lo he logrado, sí. Sin embargo, mi cuerpo se ha hecho más ligero cuando llegando a casa me he asomado a los apuntes que tenía de maestro Eckhart: «ser libre de querer, de saber y de tener»… –ese maravilloso sermón de la pobreza. «Libre de toda voluntad creada, como lo era antes de ser. Que el ser humano viva tan desprendido que no sepa que Dios está obrando en él.»
Y, claro, esto me ha puesto alas para poder volar, ha sido… ¡tan ligero!

Me ha costado, me cuesta, asumir a veces esa lentitud progresiva, esa pesadez; pero también es cierto que el empuje de Eckhart, que es el empuje del espíritu, «dejar que el Ser sea el Ser, dejar que Dios sea Dios», es vaciarse. Y también celebrar esa entrada de lo no manifestado, del espíritu. Así que esa es una razón que tengo, aunque me ha costado, para ser libre, vacío y, a pesar de todo: feliz. Un abrazo grande.

 

Infinitat de tocs d’atenció que conviden a obrir els ulls, en la més pura quotidianitat: 

14.07. 2013. Desde el ventanal de mi piso decimonoveno, contemplo el resbalar de los primeros rayos que peinan los tejados de Bilbao. ESO “está ahí”, y dentro, y fuera de todo punto cardinal; como “lo Otro de mí” dispuesto a propagarse y verterse más allá del gran silencio del Silencio. La cocina está sobrepasada de objetos, los propios de un piso que está en obras. Se diría que no es el lugar más apropiado para la contemplación; ni yo me lo propongo. Pero ESO, tan firme y pertinaz, sigue ahí, y aquí, y ahora, dentro y fuera; mientras el té, contagiado de tanta indiferencia, se va enfriando a su ritmo en su tetera. Todo sigue su curso, y, yo, inmóvil para que la columna no duela, me asomo sin pretenderlo al corazón de lo indecible que hoy pugna por decirse.

El cuerpo, en su quietud, nada busca. Ni la mente. Todo se da en su naturalidad. Todo se hace Todo. Y uno, tan insignificante y reducido, ya es Todo ante tanta bondad, tanta misericordia.

Quiero señalar que ni la bella inmensidad de la Selva Negra, ni la abismal altura de Himalayas, ni el más emblemático templo zen de Kamakura, ni las vidrieras inefables de la catedral de Chartres, ni la sobrenatural brisa que recorre la calma vespertina del Ganges, pueden compararse a la infinitud sobrecogedora, a la impronunciable presencia compasiva que hoy habita el corazón de mi caótica cocina. Magníficat.

Suena el teléfono, Mariángeles me recuerda que tengo que sacar el pescado de la nevera.

* * *

Bilbao exuda lluvia en este gris amanecer. ¡Cuánta eternidad sostenida en el humilde rodar del agua por el cristal! El tambor del vierteaguas, no sabe de futuros ni de los “me acuerdo de”, ni de aquellos ya esfumados “entonces”. Se limita a pronunciar lo Último en su porfiado gotear, ahora, al filo de este instante que al dictado escribo. ¡Cuánto infinito abarcado en la sencillez de unas vadosas! “Ocúpate –clamaba el gran Maestro Dogen– incluso de la hoja de hierba de tal modo que manifieste el cuerpo de Buda. Esto, a su vez, permite que el Buda se manifieste a través de la hoja”. (en: Silencioso decir, 64)

 

Rafa Redondo i Marià Corbí, a l’aeroport de Bilbao.

 

Perles del camí que ens seguiran acompanyant:

“Dejarse tocar por cada paso, siendo uno con mi paso, en cada paso. Desarropado del yo, en cada paso; transparente, libre del peso de mi memoria, en cada paso. Abierto a lo sin forma, más allá de mi nombre y de mi forma… en cada paso.”

En cada paso que doy, en cada paso, asisto al innato impulso a caminar, y, en su pujanza, la fuerza de la vida que pugna por despuntar y por hacerse forma.

            En cada paso que doy, en cada paso, asisto al evento extraordinario que habita en lo ordinario. El que precede a todo poema que jamás podrá ser dicho.

            Siento ese milagro del brotar del ser que me mantiene erguido, el big-bang que alienta en cada aliento abriendo un surco virgen debajo de mis pies; paso a paso, se van desmoronando imágenes ficticias y vacuos pensamientos que lentamente dejan de asaltarme. Mientras, paso a paso, aliento a aliento, sucede ante mis ojos el milagro que brota cuando yo mismo dejo de ser el velo que a estos ojos nubla.

            Soltarse es desaprender, volver a la inocencia, des-bautizarse, desnombrarse sin temor a perderse, ya que al soltar presa del yo, en cada célula recibimos el don de ser nosotros mismos. Milagroso ofertorio de la vida, que sucede en cada paso.

            Aprender a caminar nuevos caminos. Desaprender, para luego aprender a jugar en campo de nadie, donde germina la inocencia; en las afueras de uno mismo, aprendiendo a ser Nadie. Aprender a caminar fuera de trillados campos, hasta hallar la infinita pradera donde jamás la aurora deja de anunciarse. Tal es el prodigio que sucede en cada paso.
(El brotar del asombro, pgs. 43, 85)

 

Nada, nada, nada, nada, nada; nada, nadie, nadie, nadie.
Nada en nadie. Todo en Nadie.
En un eterno andar, andar, andar
sin buscarse,
sin hallarse,
don de permanecer ahí,
sin encontrarse. Pura revelación.

(El brotar del asombro, p.102)

Betiko arte, Rafa maitea!

 

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