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Aqueste llagado corazón

Por Michele Najlis,"Cantos de Ifigenia”, 1991 ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste?” Sn. Juan de la Cruz   ¿Qué flores no te tomado de tus manos? ¿Qué fieras no he vencido por tu amor? ¿Qué oscuridad no he desafiado hasta el cansancio por tus ojos? ¿Qué centinelas no abatí para llegar al lecho en que reposas? ¿Qué auroras no he agotado tras tus pasos? ¿Qué bosques, qué peligros, no he cruzado valerosa? ¿Qué espinas no han herido mis manos y mis pies? ¿Qué lágrimas fatigan mis ojos doloridos? ¿Qué límites no he roto por tu cuerpo? ¡Cuántas veces abrí la puerta de mi alcoba buscando tus palabras, tus besos, tus caricias! ¡Cuántas veces oí tu voz que me llamaba y el aire de tu cuerpo danzando tras mi puerta! Mi alma se escapaba al escucharte, pues mi amor se alzaba hasta lo alto de los cielos…

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La escucha

Hugo Mugica I. La escucha poética, su comprensión, no es una aprehensión, es una entrega; es la renuncia al deseo de poder insito en el saber, renuncia al saber como posibilidad de posesión, de borrar la alteridad. II. La comprensión poética no aboca a un discurso sobre lo comprendido, no es siquiera un acto del pensar: es la sensibilidad, la vulnerabilidad pasible de acoger, de dejar venir, de amparar lo otro como otro; es el dejarse alterar por la alteridad, transfigurar por el sentido, iluminar por la belleza, o herirse por lo sublime. III. No se trata de una mera pasividad, se trata de ser pasible, capaz de acoger la alteridad como alteridad: como fecundidad, revelación que revela lo que crea. (de Hugo Mugica. Lo naciente: pensando el acto creador. Valencia, Pre-Textos, 2007. p.82)

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Seducción

Poema de Michele Najlis Me sedujiste, Yahvé y me dejé seducir. Fuimos fuertes en el amor y nos vencimos. Subimos juntos, tomados de la mano la escala de Jacob mientras el ángel, asombrado miraba la ascensión de los amantes. Dispuesta a vencerte en las lides del amor vestí mis mejores galas para tus ojos, bálsamo del Líbano puse sobre mi piel y perfumé mi cuerpo con el sagrado aroma de los montes. Provoqué tu ingenio con mi astucia con fuertes ironías desafié tu indiferencia, porque eras para mí como la Ciudad del Sol construida según las leyes de la Vida. Tu palabra quemaba mis entrañas. Y yo decía: “No me acordaré más de Él, no volveré a hablar en Su nombre”. Pero tu palabra en mi interior se convertía en fuego que devora encerrado en mi corazón quemando mis entrañas y mis huesos. Traté de contenerla, pero no pude. Quienes…

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