Teresa Guardans dates a concretar
Colección Nº 7. Ejercicios de Jñana Yoga
SERIE SÉPTIMA.
Nº 1.
Quien busca salvarse,
no ha comprendido
lo que es el camino
espiritual.
Quien sólo obedece,
uien se sacrifica
por su salvación,
no quiere morir.
Desaparecer
es la condición
del vero saber
del que es Único.
Quien busca salvarse
huye las ruinas.
Sólo hay salvación
si “nadie” se salva.
Quien quiere salvarse
amarra su mente
a la dualidad:
se da por real.
Quien logra entender
que ninguno es,
si no es el Único,
sabe su no-ser.
Nada hay que salvar
si no hay dualidad.
No hay redención
sino en las ruinas.
Nº 2.
No existen los sujetos y no existen los objetos.
Eso es sólo una construcción de nuestra condición de vivientes necesitados, eso es sólo un supuesto necesario. Necesitamos reconocernos como individuos, con una estructura de necesidades, diferentes del medio en el que y del que vivimos.
No es una realidad existente lo que suponemos: que somos sujetos, individuos, en un mundo de objetos.
Eso es sólo un supuesto que tenemos que hacer y vivir, como si fuera realidad, para poder satisfacer nuestras necesidades y sobrevivir.
Nuestro mundo de sujetos y de objetos, con todas las preocupaciones, temores, deseos, angustias, éxitos y fracasos que le acompañan, no existe ahí fuera, existen sólo en nuestra cabeza y en nuestro corazón.
Nuestro mundo de realidades es tan poco real, ahí fuera, como el mundo de realidades de una garrapata, una mosca, un perro o una sardina.
Son sólo mundos que nuestras mentes de vivientes tienen que construir para sobrevivir en el medio.
Lo que realmente existe es un “X”, que no es ninguna de esas construcciones.Ç
Por tanto, no es sujeto, ni individuo, ni Dios, ni cosa alguna que podamos concebir con nuestra mente y expresar con nuestras palabras.
Y ese “X” es lo que hay y sólo lo que hay. Eso mismo somos nosotros.
No existe realmente ninguna de las interpretaciones de la realidad que expresan nuestras palabras.
Volviendo estas reflexiones hacia mí mismo: no existo como sujeto, ni como individuo con una estructura concreta de deseos, temores, recuerdos, expectativas.
Todo eso tiene la misma entidad que un espejismo que se proyecta sobre las arenas del desierto.
En mí, lo único que existe es ese mismo “X”, que todo es.
Nadie, ni nada hay fuera de “X”.
Todo sólo dice ese “X”, nada le oculta.
Nº 3.
La vida es maestra del espíritu,
si se escuchan sus lecciones
y se siguen sus consejos.
Para aprender de esa maestra,
circula entre personas y hechos,
sin perder la dirección,
como quien sortea transeúntes
en una calle concurrida.
Sus lecciones son duras:
nada es lo que parece,
o que piensas no es.
Acepta todo como se presenta,
pero cuestiónalo todo,
incluso a tí mismo,
si quieres comprender
el canto de la realidad.
Sus lecciones se aprenden
estando desnudo y vacío,
amando sólo la verdad.
Sólo existe “lo que es”,
en lo que todo reside,
donde nada tiene ser propio;
como las olas en el océano
son, sin ser más que mar.
Lo que el “yo” se plantea,
es tan irreal como él mismo,
tan irreal como la mente:
sucesivas series de estados,
todos ellos transitorios.
Nada transitorio es real,
en lo transitorio,
“otro” es el que pasa.
La mente depende del ego
y el ego depende del cuerpo.
Este es el supuesto de la mente
“soy el cuerpo”.
Analiza en profundidad
ese supuesto.
Nº 4.
Sustituye tu pretendido ser
por tu verificada inexistencia.
Tú eres vacío como el espacio.
Como la humedad empaña al espejo
tu irreal ego vela “lo que es”
¡Desaparece ya! ¡Que brille el Ser!
El irrefutable conocimiento
es ver claro la propia irrealidad.
Nada te dará mayor dicha y paz.
Comprende que tu verdadero ser
es la totalidad del universo,
y que ese universo, es “el que es”.
Ni existes tú, ni existo yo, ni el mundo.
Sólo existe la infinita incógnita.
Llámale Dios o si prefieres Nada.
Investiga tu individualidad
y quedará sólo Nada en tus manos,
no podrás encontrarte en parte alguna.
Ese estudio calcina la semilla
de lo que te crees ser y de tu mundo.
Serás libre del dolor que construyes.
Tú eres Él, sin partes, como el espacio,
eres conocedor y conocido.
Tú eres Nadie porque eres siempre Todo.
Tú eres, pero no eres concebible.
N º 5.
La persona es memoria,
y es intermitente,
como lo que la urde.
¿Qué soy yo cuando duermo?
¿Qué soy, si la memoria
se apagara despierto?
Donde falta recuerdo,
tampoco hay persona.
El mundo está en la mente,
la memoria es su trama.
Frágil como el olvido,
vacío como el ego.
No creas ser;
es puro error.
No te atribuyas
o que no tienes.
Lo que crees, no eres.
No seas vulnerable
a todo lo externo,
ni a tu fragilidad.
Mira dentro de tí
y sabrás tu no ser.
En tu centro búscale,
y sabrás “lo que es”.
Indaga tu existir,
que no es esto ni aquello:
tu núcleo silencioso
que no podrás nombrar.
Advierte su presencia
y aprende que es sin nombre,
que se dice callado,
como un abismo ardiente.
Nº 6.
No actúes ni vivas
para que te conozcan,
o para que te quieran;
te esclavizarán.
No cantes para nadie
buscando su afecto
Muere ya a esa actitud
y podrás ser libre.
Si te ofreces a otros,
esos te comerán,
y te devorarán
y tirarán las sobras.
Reflexiona bien esto
si quieres cosechar.
Si solo Él te basta,
nadie podrá dañarte.
Quien a actuar aprende,
sin buscar fruto alguno,
mar y tierra le sirven
y Dios le satisface.
Este es camino nuevo:
no andar en lo presente,
porque es trampa mortal,
ir por el suelo firme
del que es el Ausente,
aunque siempre presente.
Nº 7.
No dudes, paga el diezmo,
dalo todo por Nada.
Dale todo tu ser,
verás tu bello rostro.
Pero tu hermoso rostro,
que es la faz del sin faz,
será como abandono.
Su presencia es ausencia,
y su ausencia es presencia.
Es alma de mi alma,
insondable vacío,
el todo de mi ser.
La fuente de la luz,
inmediata, presente,
que siempre se rehúsa
a toda posesión.
Él es la intimidad
y es a la vez su ausencia.
Nº 8.
Si sabes del inmediato,
no vuelvas a la creencia
porque es a tu medida.
Si gustas la intimidad,
no vuelvas a la obediencia
porque huyas al sutil.
No confundas “al que es”,
con “estoy en su umbral”,
porque no es como tu esperas.
Acepta como Él es,
no le exijas tu tamaño,
no esperes al ya presente.
Sabe del presente-ausente,
y conocerás su rostro.
¿Para qué buscar su aroma?
Nuestra pobre condición,
padece al sentirle ausente,
lo sufre como un engaño.
Él llama como “el que es”,
le vivo como “no es”.
Se promete como día,
y aparece como noche.
Me promete su presencia,
y le siento como “nada”.
Él me ofrece su dulzura,
y le siento frialdad.
Mas su ausencia me enamora.
No me inquieta, es certeza.
No hay su casa y mi casa.
Ni su estrado, ni su umbral.
No hay individualidad,
ni tan siquiera la suya,
sólo queda la Unidad.
Ya no te pido que vengas,
sé que no hay ir y venir,
sé que todo es Unidad.
Nº 9.
Somos primavera y otoño.
La primavera es siempre breve,
con sus frescuras y promesas,
con su verdor y su belleza,
su vigor y su dulce clima.
Pero pronto llega el otoño,
el frescor se transforma en frío,
el verdor se mustia y se seca,
vigor y belleza se apagan,
se ve aproximarse a la muerte.
El alba es una primavera;
cada atardecer, un otoño,
cada anochecer, una muerte.
Somos primaveras y otoños,
que se nos tragará la nada.
El olor de la primavera
te conduce por el camino;
el bello color de sus flores
guían por tu breve sendero;
su frescor es luz en la mente.
La muerte que se te aproxima,
en el otoño habla de ausencia.
Sintiendo tu pleno vacío
y el suyo, en esas ausencias,
sabrás de su cierta presencia.
Ama otoños y primaveras.
La primavera vuelta otoño,
no le reclames su promesa,
y no te sientas engañado
porque te condujo a la ausencia.
Es así como debe ser,
y así se presenta su don.
Logra despojarte de todo,
como árboles en invierno.
Vuélvete invierno con amor.
¡Vuelve a la tierra! ¡Eres tierra!
Sabe que tu nada es su todo,
que tu tierra es su florecer.
Tu ausencia revela su ausencia,
firme forma de su presencia.
Nº 10.
La implacable y amable maestra, la muerte. (1)
Muerto, mi cuerpo se pudrirá,
con él, mi cerebro y mi memoria;
no recordaré haber existido.
¿Qué importan las tareas a cumplir?
¿Qué los éxitos y los fracasos?
Todo es ilusorio y es vacío.
Todo va a terminar en la nada.
Fracaso completo.
¿Y si mi vida fuera un éxito?
¿Y si dejara una gran herencia?
De mí sólo quedaría un nombre
vacío, como escrito en la arena,
que borrarán las aguas del tiempo.
Cuando yo existía,
¿qué existía?
Cuando yo actuaba,
¿qué actuaba?
Cuando yo pasaba
¿qué pasaba?
¿Fui yo quien pasó?
¿Qué fue?
Esa es toda mi realidad,
el resto sólo interpretación.
No fui nunca lo que creí ser,
por lo que duramente luché.
No fui lo que creí conocer;
la muerte lo diluyó en la nada.
¿Cuál es el conocer verdadero?
El que queda tras la negra muerte;
el que aguanta el toque de la parca:
Una noticia que no es de nadie
ni de nada, pura lucidez.
Esa debe ser mi residencia:
Eso leve que existió en mí,
lo que pasó y actuó en mí,
y que tras su paso dejó algo,
que siempre creí era mío,
en la cuneta de su marcha.
Nº 11.
La implacable y amable maestra, la muerte. (II)
¿Cuál es mi realidad?
¿Mi cuerpo, mi cerebro, mi memoria,
que la muerte aparta del camino,
o Eso que existió y actuó en mí?
Radícate en Eso que existe en tí,
como tu verdadero ser.
No vivas en tu interpretación.
Fúndate en la pura conciencia:
la conciencia de nadie.
Asiéntate en el puro conocer:
el conocimiento de nada.
Ese nivel desvela la muerte.
Un lugar sin proyectos,
ni fracasos, ni actores,
sin siquiera la muerte.
Un lugar de lucidez y de paz
donde no llegan las riadas,
ni las tormentas del mundo.
La muerte es maestra amable,
si muero antes de morir;
o es “la implacable”,
que con terrible golpe,
arrasa toda mi ser.
La muerte revela:
la irrealidad de mi ego,
y de todo lo que concibe;
que mi supuesto ego
es sólo una función
de la larga marcha de la vida;
sin otra entidad,
que la de “Eso que pasa”
en mi nacer y morir.
Nº 12.
En nuestro interior
hay vastas regiones,
lugar, no-lugar,
debajo del ego.
Lugar no-lugar
que es como un jardín
sin pies y sin ojos.
Las vastas regiones
de nuestro interior
son mucho más anchas
que la extensa tierra,
y son más extensas
que los mismos cielos.
El estrecho ego
estalla en pedazos,
libre el corazón
y libre la mente,
amplios como el cosmos
desde el no-lugar.
En tu corazón
y en toda tu mente
cabe todo el cosmos
y todas las gentes.
Desde esas regiones
que posee tu alma
anda por el mundo,
ya libre del ego,
conociendo en todos
los seres que existen,
y amándolo en todo
como “lo que es”.
Ve a tu trabajo
residiendo estable
en el no-lugar,
sede de la paz.
Nº 13.
En las vastas regiones
del fondo de la mente,
la Universal Razón.
¿O cómo llamaremos,
a lo que construyó
los cielos y la tierra;
a la sabiduría
que la formación rige
de fetos y galaxias?
Esa misma razón
aflora en mi seno.
El fondo de mi alma
es la Universal Mente.
Nada hay frente a ella,
soy el mismo proceso
que el cosmos generó
y que lo rige todo.
Lo hondo de mi alma
es Ella y sólo Ella,
ni viene ni va nadie,
sólo Eso Único.
Lo que rige los mundos
es lo que en mi aflora,
son las vastas regiones
de lo que llamar puedo,
Eso, Mente, Razón,
Dios, Nada, Abismo.
Nº 14.
La voz absoluta
del puro existir
llega a todo hombre
y a toda criatura.
Todas las palabras,
todos los sonidos,
son las resonancias,
son sólo los ecos
de una voz única.
Todos los humanos
de todos los pueblos
de todas las tierras
oyen esa voz,
que habla sin boca,
oye sin oídos.
Si llegan a humanos,
tienen la noticia
del puro existir.
Canto silencioso,
pero perceptible.
Hasta los árboles,
as plantas y piedras
oyen esa voz.
Con sólo existir,
se oye esa voz.
“¿No soy Yo?”, pregunta
Sí; es la respuesta.
El propio existir
es ya la respuesta.
Fuera de la fuente
ni una gota de agua.
Nº 15.
La máxima devoción.
¿Qué puedo encontrar en un mundo
que es creación de mis deseos y temores?
¿Qué puedo esperar de lo que son sólo expectativas
que crea la propia conciencia?
Nada real, sustitutos de realidad,
realidad fingida, realidad vacía,
realidad que sólo está en mi mente.
Lo sabio es darse a “Eso no-dual”,
más allá de temores y expectativas.
Desaparecer en esa donación.
Esa es la máxima devoción:
sumergirse en el Inmenso Desconocido.
Esa es la devoción esencial,
que no requiere de la figura de un Dios.
El conocimiento es rendición,
entrega, devoción,
que arranca de comprensión
e invade el sentir y todo el ser.
Quien no conoce no es devoto
“del que es”, del “no-dos”;
es devoto de una imagen,
que modela al Irrepresentable.
La devoción es completa y real
cuando procede del conocimiento,
de un conocimiento que rinde.
Nº 16.
Silencia el conocimiento objetivo,
y tu mente carecerá de límites.
Serás conocer y amor universal.
No eres ni esto y ni aquello;
atiende a que sólo eres.
Cuando sólo eres,
eres conocer y amor universal.
El fundamento de todo amor
es el amor que eres cuando sólo eres.
Entonces comprenderás
que la esencia del Ser es Amor.
Tu verdadera naturaleza
es ese conocer-amor universal,
fuente de todo amor particular.
Quien te vea, verá la realidad no-dual
que es amor sin división.
Todo amor de cosas y personas
es sólo una chispa
de ese amor trascendental,
que es tu propio ser.
Toda búsqueda de ser y de amor
es búsqueda de ese Ser-Amor
que es tu propia esencia.
Todo amor es destello de tu esencia.
Toda atracción lo es de tu esencia.
El mundo de objetos y de amores
es sólo una creación de tu mente,
recubriendo tu propia esencia.
¡Qué pocos comprenden!
¡Qué servidumbre buscar fuera,
lo que se es dentro!
¡Cuánto esperar y no alcanzar!
¡Cuánto sufrir en el nacer y en el morir!
¡Cuanta ignorancia de mi ser,
que es la Realidad-Amor,
que ni gana ni pierde,
ni nace ni muere!
Nº 17.
Estate atento al Aliento,
que es sutil como la brisa.
Acógele cuando sientas
que acaricia tu rostro.
Si no le esperas alerta,
pasará de largo,
rozará otra cara.
Si has perdido su visita,
refuerza tu vigilancia.
Que pueda encontrarte en vela,
i vuelve a pasar de nuevo.
Su Aliento apaga el fuego
quemando el fondo del alma.
Es el fuego de la vida.
¿Desconfíes de su fuerza,
porque es sutil y vacío
como es el espíritu?
Su poder licua las rocas.
No entrará en ti ese Aliento
si te encontrara comiendo.
No comas si quieres verle.
Tu propio aliento es su Aliento,
tu espíritu es su Espíritu,
y tu aroma es su Aroma.
No busques en el desierto.
En tí está el pan de vida
y las flores de su aroma.
¿Por qué vagas por estepas
buscando el pan de tu alma,
si en tí residen los frutos
del árbol del paraíso?
Comprende que en tí reside
el Aliento que es el pan.
Sabe que tu ser real
no cabe en todos los mundos.
Nº 18.
Su Aliento seca la dualidad,
convierte las piedras en joyas.
Su Espíritu es vino puro
que embriaga al yo,
hasta que sabe que es nada.
Su vino calla a la razón parcial.
La razón parcial llega al mar,
pero no reconoce su existencia,
porque no sabe navegar.
La razón parcial todo lo objetiva.
La total sabe de la “no imagen”;
y porque lo sabe, calla a tiempo,
y da paso a la Gran Noticia.
La razón ha de recorrer el camino,
que lleva al borde del mar.
Si al mar no le vuelve la espalda,
pasa de la existencia a la no-existencia.
La razón es amiga del espíritu
y es total y no parcial,
si se sumerge en el mar sin fronteras
del conocer y sentir silencioso.
El conocimiento sin palabras,
es la cumbre de la razón.
A Dios, al Espíritu ¿cómo llamarle?
Expresarle en imágenes no es delito.
Nuestro destino es hablar de lo inefable
con imágenes visibles y con palabras.
No es delito llamarle “Padre”, “Espíritu”;
el delito es pensar que el nombre le describe.
Él se adapta a la figura que le damos,
si no pretendemos poseerle,
en esos nuestros humildes moldes.
Si creemos tenerle en imágenes,
Él huye y se ausenta.
La fidelidad no es a una imagen;
esa fidelidad es infidelidad.
Comprende que los maestros son espíritu,
y comprenderás que eres inexistente.
Nº 19.
No esperes que “lo que es”,
tenga el sabor de lo que “parece ser”.
No esperes que los alimentos sutiles,
sepan como los alimentos terrestres.
Si caes en ese error,
ni los reconocerás, ni los gustarás.
Si te empeñas en permanecer en la dualidad,
no advertirás el paso tenue de la unidad.
Si quieres ser tú mismo,
no verás “al que es”.
Si te muestras codicioso con “lo que es”,
permanecerás vacío.
Si te empeñas en llenar de agua tu pequeño cubo,
no te sumergirás en el mar.
Pretender que “lo que es” te satisfaga,
es una necedad y una irreverencia.
Si esperas que la lluvia empape tu pedazo de tierra,
no comprenderás que sólo Él es,
ni comprenderás nunca que eres su lluvia.
Nº 20.
“He encontrado un tesoro siendo paciente”. [1]
Espera, paciente, el derrumbe
de todos tus deseos y expectativas;
contribuye activo a su hundimiento.
En las ruinas se esconde un gran tesoro.
Lo que prometen tus expectativas,
no lo cumplen, ni jamás lo cumplirán.
Sólo el Vacío, que parece nada,
es la única respuesta válida.
Sólo “el que es”, vacío de toda noción
y de posible representación,
es solución a todas tus preguntas
y a todas tus grandes expectativas.
Nada ni nadie desata los nudos,
sólo “el que parece nada” desliga.
Para que eso te acaezca, derruye
y espérate, cargado de paciencia.
Desespera y caerás bajo el destino,
que es el peso de todos tus deseos,
todos tus temores y expectativas
y los de todos tus antepasados.
El destino cegará tus dos ojos
y te arrastrará a la ruina estéril.
No creas las promesas del deseo,
son todas ellas siempre mentira.
Que toda tu mente y corazón toquen
ese abismo vacío de tu interior,
y se apagarán todas tus preguntas,
y se extinguirán tus expectativas.
Nº 21.
El trabajo espiritual no es más que perplejidad.
Nadie puede describir la acción del inconcebible.
Nadie puede señalar el camino hacia el inobjetivable.
Nadie puede concebir la senda al que no es “otro” de nada.
Nadie puede seguir huellas en el mar.
Nadie puede comprender la atracción de “Eso” que es Vacío.
Nadie puede entender el amor
a lo que ni asimos con las manos, ni con la mente.
La perplejidad acompaña al que se aproxima al Ser
que ni es objetivable, ni es individuo.
Perplejidad cosecha quienes caminan por la certeza,
que ni es certeza de nada, ni de nadie.
La perplejidad es inseparable de quien conoce,
sin que pueda decir qué conoce.
La perplejidad invade a quien ama
a un abismo insondable.
La perplejidad es inevitable para el que se siente gozoso,
sabiendo que es por todo y por nada.
La perplejidad no abandona al que reside
en la paz inconmovible de una ausencia.
La perplejidad acompaña al que siente el calor
de una presencia que es una ausencia.
La perplejidad es el lote del pobre viviente
que se adentra en los campos infinitos de “el que es”.
La dulce perplejidad abruma a quien comprende
que “el que es” es su propio Padre.
La perplejidad pacificadora invade a quien entiende
que su verdadero lugar de residencia
y su ser, es un Abismo de Conciencia.
Nº 22
“El amor es el astrolabio de los misterios de Dios”. [2]
Todo amor,
o terrestre,
o celeste,
lleva a Él.
Quien ama de veras,
sale de sí mismo.
Quien sale de sí,
de sí se desnuda.
¿Quién ama si amo
ya no desde mí?
Si la caña ama,
el Vacío ama.
El Vacío ama
al que está Vacío.
El amor real
narrar no se puede.
Sólo el Amor habla
de lo que es Amor.
Amor es el fuego
de la luz del Ser.
Por eso el Amor
se difunde a todo.
Amor es calor
y luz de Unidad.
Amor es la esencia
del que es Único.
“Aliméntame, pues tengo hambre,
apresúrate, pues el tiempo
es una espada que corta”.[3]
Nº 23.
Agradecer es reconocer.
Él es el Sutil.
El que se distrae,
no percibirá,
como ciego y sordo.
Él es el más tenue,
Él es el suave,
es el silencioso,
como sutil nada.
Él pisa firme,
pero sin huella.
Él da en el rostro,
como una brisa.
Quien puede advertirle
como dulce olor,
como sabor duro,
como peso cierto,
como mano amiga,
como compañero,
como el propio ser,
como no-dual,
y no lo agradece,
con el corazón
y toda la mente,
no le reconoce.
Apresúrate,
agradécele,
reconócele,
despertarás.
Quien puede olerle
y no agradece,
la ingratitud
su nariz pierde.
Quien puede intuirle
y no reconoce,
su actitud merece,
perder ambos ojos.
Nº 24.
¿Cuántos maestros del espíritu?
“¡Cuántas lluvias de largueza han caído
para que el mar distribuyera perlas!
¡Cuantos soles de generosidad han brillado
para que la nubes y el mar aprendieran a ser tan espléndidos!” [4]
Los grandes tesoros
de las tradiciones
y grandes maestros,
no son las creencias,
ni son sus doctrinas,
ni formas algunas.
El tesoro es agua
y el tesoro es sol.
Ninguna riqueza.
Aguas de los cielos,
el sol del saber.
Enseñanza clara.
Doctrina sencilla.
Muestra lo que somos:
frente “al que es”, nadie.
No hay presencia alguna
ante su presencia.
Todo es como nada.
Plenitud la tierra,
plenitud el cielo.
Él en los maestros.
Imágenes, formas
llenas de Vacío.
¡Extraño tesoro!
Su sabor y don,
son la plenitud
y la destrucción.
“Sólo los rotos
ganan el favor del rey”[5]
Nº 25.
Elevamos hasta los cielos,
a los grandes del espíritu,
para refugiarnos en ellos,
y que nos den la salvación.
Así evitamos la ruina
que arrostrar necesita el ego:
el lugar donde está el tesoro.
Mas todos los grandes maestros
del yo no son agarradero,
sino que empujan al abismo.
Pretendemos que los maestros
abran ventanas en la casa
y poder continuar en ella.
La queremos iluminada,
acogedora y agradable,
poder seguir vivos en ella.
La ruina es inevitable.
Tanto si sigo a los maestros,
como si les vuelvo la espalda.
La enseñanza de los profetas
es pasar de la tierra al mar,
y de la forma a la no forma.
El mar es la aniquilación,
y del yo, el vacío completo,
descubrimiento del Único.
Los maestros no nos someten
ni tan siquiera a su persona
sino a lo vacío “sin forma,”
que se hace patente en ellos,
que es nuestro propio “sin forma”.
Nº 26.
Comprueba el ser de “Eso otro”,
el que no es “otro” de nada,
al que le llamaron Dios.
Compruébalo sin razones,
en su calor y en su luz.
En un calor y una luz
que asemeja a un fuego ausente,
pero que quema y abrasa
y cambia a todos los seres
en vida y en espíritu.
Soplo que lo real muta:
lo que parece no ser
es luminoso y sutil;
lo que decía existir,
nos muestra su inexistencia.
No hay otra demostración,
ni otra prueba o argumento
que la verificación.
¿Quién se ocupará en probar
la existencia de lo bello?
Prepara tu corazón,
despierta toda tu mente,
verifica por tí mismo,
eso que llamaron Dios
y con otros muchos nombres.
Prodigio del conocer
y milagro del sentir.
Un conocer y sentir
desde el seno del silencio.
Todos los demás milagros
en comparación de éste
son un poco más que magia,
no gran cosa para el alma.
Nº 27.
Los patrones de comprensión,
valoración y acción de la persona,
no los construye el individuo,
sino que le construyen a él.
Cada persona, como individuo,
es el efecto de una infinidad de causas.
En él actúa el cosmos entero:
las galaxias y las estrellas,
el sol y la luna,
el rincón de la tierra en que vive,
la historia completa de la vida,
el largo peregrinaje de nuestra estirpe,
los avatares de la comunidad en que nace
y las de las generaciones de las que es hijo.
Esos son los actores de sus acciones.
Ese es el destino de cada persona.
Un destino inquebrantable como la muerte.
¿Dónde queda la libertad?
Dicen los maestros del espíritu:
hay escape a ese destino de acero;
podemos hacer pie en un conocer, sentir y actua
libre de esos patrones que nos configuran,
libre de los barrotes de nuestra persona.
Dicen que ese destino,
que es una prisión inviolable,
a la que llamamos “voluntad de Dios”,
es sólo la manifestación,
de “lo que únicamente es”.
Él es la única realidad,
y de todo eso, el único actor,
aunque la responsabilidad sea
del que sólo parece ser.
Conocer el mundo en que vivimos,
a nosotros mismos y al destino,
como manifestación de “el que es”,
eso es la iluminación.
Saber que residimos
más allá del destino,
en el Único Actor,
eso es la libertad.
Nº 28.
¿Cómo escapar del destino?
Sólo Él es el actor.
Lo que parece actuar,
-cada uno de nosotros-,
no es el verdadero actor.
El destino es el agent
de quienes se creen libres.
Sólo el intento tenaz
puede romper los barrotes
de la prisión del destino.
Nada podemos hacer
sino sólo intentar,
mas el intento reafirma
lo que se quiere evitar;
parte del yo, a él vuelve.
Todos los Maestros dicen
que el don de la libertad
sólo ocurre en el intento.
El intento no lo causa,
mas sólo en su seno ocurre.
La liberación es don,
es ruptura desde dentro,
del único actor regalo
El intento es sólo Él
que se busca a sí mismo.
Desde el seno del destino,
el ego conoce el mundo.
Desde el seno del intento,
Dios se conoce a sí mismo.
Esa luz es libertad.
La luz conduce a la perla
que en el corazón reside.
Esa perla es el actor,
y es la espada que corta
la cadena del destino.
La eficacia del intento,
no soy yo, sino la joya;
el único actor sin forma
que reside en mi centro
como el único que es.
Nº 29.
Para quien reconoce,
ni hay destino, ni libertad,
sólo es “el que es”,
el Único y su manifestación.
La luz conduce a la perla
que reside en el corazón,
la fuente del propio ser.
Ese es el único actor.
Un actor que no es actor.
¿Quién o qué hay fuera de Él?
El intento parece hijo del ego,
pero su raíz es la joya.
La joya es el centro del hombre,
un centro que carece de forma.
Ahí está el verdadero actor,
“el Único, el que es”.
La joya es la luz, el intento.
Desde el fondo de su hondura,
el conocimiento nos muestra
que nada es lo que parece ser.
El destino no es lo que parece ser;
el libre albedrío no es lo que parece ser,
tampoco el intento es lo que parece ser.
Lo que hay es el Único
y la manifestación del Único.
Fuera de eso, no hay nada.
Sólo existe el Único,
que se conocer a sí mismo
en su manifestación.
Nuestros ojos son sus ojos,
nuestros oídos sus oídos,
nuestra mente es su mente,
nuestro sentir su sentir,
nuestras acciones sus acciones,
nuestro ser es su ser.
Fuera de Él, nada.
Nº 30
El Espíritu y mi espíritu.
Soy forma del “Sin forma”,
sin dualidad ninguna.
Entre Él y mi cuerpo
no hay frontera alguna.
Todo el ser de mi ser,
es sólo el “Sin forma”;
no una chispa suya,
Él, en su unidad simple.
Mi completo espíritu,
es vacío de forma
y de categorías,
es sólo el “Sin forma”.
La vida de mi vida,
es vacío, sin forma.
Y no hay frontera alguna
entre sin forma y “Sin forma”.
El núcleo de mi ser,
la fuente de que mana,
es mi tenue espíritu,
no “otro” del Vacío.
Mi espíritu no es individuo,
como no lo es el “Sin forma”.
No puede ha haber distancia alguna
entre no-individuo y No-individuo.
Mi ser es como el de Jesús
es uno con el Único,
es uno con el Padre.
Mi espíritu es Espíritu.
Cuando mi día llegue y muera
mi aliento volverá al Espíritu
del que nunca se separó.
[1] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 18.
[2] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 20.
[3] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 21.
[4] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 48.
[5] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 50.