Marià Corbí “Un ancià va explicar que Yajnadatta creia que havia perdut el cap i es va posar a buscar-lo; però tan bon punt va aturar la ment que buscava, va trobar que tot estava bé”... ELS ENSENYAMENTS ZEN DEL MESTRE LIN-CHI (Xina, s.IX), és un dels textos treballats enguany a Cetr. Oferim aquí algun fragment de l’obra i un comentari de Marià Corbí sobre la proposta de Lin-Chi. La versió que es fa servir al seminari és l’edició en castellà, a càrrec de B. Watson (Libros de la Liebre de Marzo).
HAKUIN
1685-1768
Se le considera el reformador del zen Rinzai que en aquella época estaba en plena decadencia.
Son bien conocidas en Occidente sus caligrafías y sus pinturas, como el retrato de Bodhidharma sin párpados; hizo uso de su arte para ilustrar la enseñanza del zen. Fue una gran figura del Zen Rinzai, al que dio impulso y una orientación perdurables. Su obra escrita es muy amplia.
Estudió el koan que pregunta: ¿Los perros tienen también la Naturaleza de Buda? La respuesta es: Nada, no.
Sobre este koan escribió: “Atendía al “nada” día y noche, y no descansaba nunca, ni un solo instante. Sólo temía una cosa: no poder ser puro, sin mancha y ‘unificado en el uno’. Y también temía no poder ‘ser uno’ constantemente, durante la vigilia o en el sueño. A los veinticuatro años, en primavera, me debatía en el sufrimiento en el monasterio de Yega, en Echigo. No dormía ni día ni noche, olvidaba comer y descansar, cuando de repente se hizo en mi una intensa concentración sobre la interrogación. Percibía una sensación de extrema transparencia como si estuviera helado sobre unos lechos de hielo que se extendían a miles de kilómetros. No podía ni avanzar ni retirarme. Era como un estar privado de razón, privado de inteligencia. Sólo existía para mí el problema planteado: ‘Nada’. Aunque asistiera a los sermones del Maestro, me parecía que escuchaba discusiones que se tenían en una sala exterior, y muy lejana, o aún que las escuchaba en el aire. Pasaron muchos días y estaba siempre en ese estado, hasta que una noche la campana de un templo vibró invirtiendo mi estado mental. Fue como el estruendo de un bloque de hielo o la caída de una torre de jade. Cuando me desperté y yo mismo era el preceptor Yen-t’eou (828-887), a pesar del tiempo transcurrido. Mis dudas anteriores se fundieron, hasta la última, como el hielo. Exclamaba en alta voz: ”Qué maravilla, qué maravilla! ¡No hay ni vida ni muerte de la que deba liberarme! No hay ningún despertar que perseguir! Todos los koans complicados, tradicionales (unos setecientos) no son dignos de preocupación” (Silburn, Le bouddhisme. pg 486)
Este texto deja entrever la rudeza, los peligros y las alegrías del método que utiliza los koans.
Hakuin estableció las reglas de utilización de los koans, tal como han llegado hasta nuestros días, de manera que pudieran conducir al Despertar. Declaró que un koan puede conducir a la iluminación pero sólo si se aplica un esfuerzo tan tremendo que despierte lo que él llamó ‘la gran duda’. “Si tomáis un koan y lo estudiáis sin cesar, vuestros pensamientos morirán y las demandas de vuestro ego quedarán destruidas, Es como si se abriera frente a vosotros un inmenso abismo, sin ningún lugar donde apoyar las manos y los pies. Os enfrentáis a la muerte y sentís arder el corazón. Y de pronto, sois uno con el koan y os desprendéis del cuerpo y la mente… A esto se le llama penetrar en la propia naturaleza. Hay que empujar hacia delante sin descanso, y con la ayuda de esta gran concentración penetrareis seguros en la fuente infinita de vuestra propia naturaleza.” (sobre Hakuin en: Anne Bancroft. Zen. pg.24)
Hakuin considera que permanecer sentado en inmovilidad, en zazen, aunque inicialmente puede proporcionar algunos resultados, acaba por conducir a un estado alarmante en el que el practicante se ve incapaz de realizar ninguna acción, incluso disminuye su capacidad de comprensión ordinaria; en definitiva este método reduce la capacidad del adepto para afrontar las vicisitudes de la vida. Por otro lado dedicarse intensamente al zazen obliga a retirarse del mundo, a apartarse de la vida activa, cosa que Hakuin no consideraba conveniente. Con la meditación sobre un koan, que preconizaba, Hakuin quería remediar tales inconvenientes, pues esta práctica queda integrada en la vida activa.
Hakuin clasificó los koans por orden de dificultad creciente y estableció que debían ser resueltos de manera gradual. Creó muchos koans propios, el más famoso es “¿Como suena una palmada dada con una sola mano?”
Los koans se clasifican en varias categorías: los que ayudan a descubrir la verdadera Naturaleza de Buda y a familiarizarse con ella; los que conducen a ir más allá de todo dualismo; los que son ahondamientos de las formulaciones de los grandes maestros; los de difícil resolución.