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Más sobre Jesús

Mariano Corbí
 
 A finales del siglo I se producen dos grandes acontecimientos: se consuma la ruptura entre los seguidores de Jesús y los judíos y se heleniza la predicación de Jesús.

La inculturación del mensaje de Jesús en el ámbito heleno, predicado desde la sinagoga judía, supuso una verdadera refundación del movimiento cristiano.

La versión helenista del movimiento cristiano no fue una mera traducción al griego, fue una recodificación y una relectura profunda de todo lo que ocurrió en torno de Jesús, hecha desde categorías culturales, de pensamiento, de organización y de sentir helenos.

Con los mismos Evangelios y especialmente con los Hechos de los Apóstoles y con las Cartas de Pablo ya se recorrió un gran tramo de esa helenización. La tarea se concluye cuando se relee la tradición de Jesús desde la filosofía.

 

Una tarea semejante se había realizado antes con el judaísmo. Filón convirtió la tradición judía en “judaísmo” cuando la expuso como una sabiduría elaborada conceptualmente. Los seguidores de Jesús helenos sólo tuvieron que seguir los pasos de Filón para convertir la tradición de Jesús en “cristianismo”, es decir, en discurso de sabiduría, en discurso verdadero, en Logos alèthés.

La filosofía fue la única matriz mental y axiológica disponible capaz de comprender de forma global realidades como la tradición judía o la tradición de Jesús.

La filosofía era para los griegos, a la vez, interpretación última de la realidad y búsqueda de la sabiduría. En esas dos funciones el prestigio de la filosofía había desplazado a las mitologías.

Supuesto el papel de la filosofía en la cultura helena, el cristianismo, si quería penetrar en ella, debía pasar por la filosofía. La fe se elaborará, pues, como un sistema de pensamientos y comportamientos.

Hacer de las palabras y hechos de Jesús la exposición de una sabiduría, que para los griegos era equivalente a una filosofía, tuvo graves consecuencias.

Una de las más graves fue que la tradición de Jesús se desplazó hacia la doctrina.
Desde su comienzo, la filosofía se diversificó en escuelas. También el cristianismo, convertido en sabiduría filosófica, se diversificará en escuelas.

El abanico de la diversificación se abrió en torno de la combinación de dos ejes centrales: las Escrituras y mitologías semíticas judías ya más o menos helenizadas y reinterpretadas por Pablo y las categorías de la filosofía griega.

Unas escuelas, siguiendo a Filón, pusieron las categorías de la filosofía al servicio de las Escrituras semíticas y las semíticas helenizadas; otras supeditaron la tradición escriturística a la elaboración filosófica. En esta segunda categoría entrarían muchas escuelas gnósticas.

La fuerza centrífuga del cristianismo heleno fue la diversidad de escuelas; su fuerza centrípeta fue la organización comunitaria de la predicación y el culto, a la manera de la sinagoga.

La fuerza centrípeta permitió que una escuela pudiera imponerse a las otras como poseedora de la sabiduría verdadera. Las demás escuelas serían tildadas de herejías por quienes se consideraron portadores de la verdad.

Para la mentalidad griega, la creencia ha de poderse argumentar con la razón. Con ello, la creencia sale fortalecida pero, a la vez, la fe sale fragilizada. Fortalecida por la incardinación cultural que se consigue y por la fuerza del andamiaje de los argumentos de la razón; fragilizada por la incapacidad del razonamiento para fundamentar la creencia por completo.

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