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Noche oscura o dualidad en San Juan de la Cruz

 

José Amando Robles

Conocida es la importancia que tiene la noche oscura como experiencia y como tema espiritual en San Juan de la Cruz, también considerado con razón uno de los grandes místicos cristianos, importancia no sin relación con el sufrimiento límite que se le atribuye, aunque no sólo es sufrimiento, también se le reconoce ser una experiencia de gozo y dicha: ¡oh dichosa ventura! De ella va a ser cuestión en este trabajo, teniendo como hipótesis que la visión que el santo tiene de la misma se debe a la visión dual que durante mucho tiempo ha tenido de Dios y de su relación con él, y que si su visión de Dios y de su relación con él no fuera dualista sino no-dual, la noche no sería tan noche y oscuridad sino gozo y ventura, motivo de supremo interés y atracción, no de rechazo como de hecho sucede, y con razón, por parte del hombre y mujer actuales. Además, un conocimiento no-dual de lo que llamamos Dios, la realidad como en sí misma es, vista de una manera totalmente desinteresada, en su dimensión absoluta[1], sería más cristiano de lo que la experiencia espiritual teísta cristiana de San Juan de la Cruz parece.

 

  1. Noche oscura en San Juan de la Cruz

La unión del alma (o el ser humano en su dimensión más profunda) con Dios es el objeto, con sus énfasis y variantes, de San Juan de la Cruz en sus tres obras mayores, Noche oscura de la subida del Monte Carmelo, luego editada en dos (Subida del Monte Carmelo y Noche Oscura), Cántico espiritual y Llama de amor viva[2]. «Unión con Dios por amor», como también la llamará, «unión divina por participación», «divina unión», «unión espiritual o esencial entre el alma y Dios», en fin, «el más alto estado de perfección a que se puede llegar en esta vida» (C 1, 11), la realización máxima del ser humano y, por lo tanto, el estado de mayor lucidez y dicha. La noche, la noche oscura, es una situación de sufrimiento y de dolor, es «la privación del gusto en el apetito de todas las cosas», que «es quedarse como a oscuras sin nada» (1S 3, 1). Por eso la llama noche, y noche oscura, porque el alma camina a oscuras. Y sin embargo es por ella «por donde el alma ha de ir a Dios» (S, Prólogo, 8), llegar a la unión con él y al estado de perfección. Porque el ser humano, constituido, según San Juan de la Cruz, por dos partes, una inferior, material-sensitiva, y otra superior, racional y espiritual, ambas interesadas y espiritualmente muy limitadas tal como en el cristianismo históricamente dominante se han venido desarrollando, necesitan ser purgadas, purificadas, y esa es precisamente la función positiva de la noche o noches oscuras por las que se ha de pasar: purgar y purificar el alma para llegar a la unión y que esta se realice de la manera más humanamente plena posible en este mundo.

La noche oscura como experiencia humana es, pues, la propia de quienes están en estado de unión con Dios, muy valiosa pues, ya sea como principiantes ya como aprovechados, en el camino del estado de perfección, no de un estado anterior e inferior. Como principiantes ya han realizado un trayecto importante, pero en un determinado momento, en el intento de profundizar más, se encuentran privados del gusto por el mismo caminar y, sin gusto, caminando a oscuras, de noche. Es como si de pronto se hubiese apagado el gusto por lo que hasta ahora se venía espiritualmente considerando y experimentando como muy gratificante, lo más gratificante en la vida: Dios, la unión con él, la vida cristiana como vida de fe. Como si un cortocircuito se hubiera producido a nivel de los sentidos, y de entendimiento, memoria y voluntad, tal como estos se venían conociendo y experimentando en la unión con Dios; un cortocircuito, la expresión obviamente es nuestra, de mucho sufrimiento, pero necesario según San Juan de la Cruz. Porque es la ocasión necesaria para transformarse, para purgar y purificar la relación con Dios, comenzando por la visión e interés que se tenían de él. Sin purgación y purificación no hay avance. Visión e interés han sido limitados, humanos, tan humanos que en el estado de unión con Dios no funcionan. En el estado de unión con Dios, y más se camina en el estado de perfección, Dios y la relación con él tienen que ser repensadas y vividas de manera totalmente diferente, totalmente nueva y desinteresadas, en términos de una gratuidad y trascendencia totales.

Aunque formalmente hablando hay cuatro noches, dos activas y dos pasivas (1S1, 3) — siendo activas las que tienen por actor principal al ser humano, ya sea considerado este en su dimensión sensitiva o en su dimensión intelectiva, y pasivas en las que el actor principal es Dios, manteniéndose el ser humano fundamentalmente pasivo y receptivo frente a la actuación de Dios—, de hecho habitualmente hablando hay tres noches, en el fondo una noche, con tres partes, como nuestra noche planetaria: la primera que es la del sentido, comparable con la primera parte de la noche, en la que perdemos la visión objetual de las cosas, la segunda que es la fe, comparable con la medianoche, totalmente oscura, sin contenido, y la tercera, «el antelucano», próximo a la luz del día, no tan oscura como la media noche, porque «ya va Dios ilustrando el alma sobrenaturalmente con el rayo de su divina luz» (2S 2,1).

De acuerdo a esta ejemplificación la parte más oscura y dolorosa de la noche sería la de medianoche o de la fe. Porque en la primera aun trabajan las potencias que San Juan de la Cruz considera superiores, entendimiento, memoria y voluntad, desapareciendo el conocimiento sensitivo. La noche correspondiente a la tercera parte de la noche ya conoce cierta luz y claridad, «en par de los levantes de la aurora». La medianoche no conoce ningún atisbo de luz, es toda oscuridad.

Por ello San Juan de la Cruz distinguirá entre noche y oscuridad, tiniebla de los sentidos y tiniebla del espíritu, declarando a propósito de la primera y segunda canción de la Subida: «Y es de saber que la primera canción, hablando acerca de la parte sensitiva, dice que salió en noche oscura, y aquí, hablando acerca de la parte espiritual, dice que salió a oscuras, por ser muy mayor la tiniebla de la parte espiritual, así como la oscuridad es mayor tiniebla que la de la noche, por oscura que una noche sea, todavía se ve algo, pero en la oscuridad no se ve nada; y así en la Noche del sentido todavía queda alguna luz, porque queda el entendimiento y razón, que no se ciega, pero esta Noche espiritual, que es la fe, todo lo priva, así en entendimiento como en sentido; y por eso dice el alma en esta que iba a oscuras y segura, lo cual no lo dijo en la otra, porque cuanto menos el alma obra con habilidad propia va más segura, va más en fe.» (2S 1,3)

 

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[1] La categoría dimensión absoluta, y su implícita dimensión relativa, la tomamos de Marià Corbí, categorías axiológicas fundamentales y muy recurrentes en su obra. Ver las obras (9 en total hasta el presente) que llevan por subtítulo Principios de Epistemología Axiológica, llevando la última por título Las figuras de la dimensión absoluta, editada por Bubok Publishing S.L. (www.bubok.es).

[2] Citaremos estas obras según la edición crítica San Juan de la Cruz, Obras Completas, BAC, 2ª ed. Madrid 2005, preparada por Lucinio Ruano de la Iglesia, y de acuerdo a las siglas y numerales utilizados por él: 1S-2S-3S = Libro 1-2-3 de la Subida, 1N-2N = Libro 1-2 de la Noche oscura (en estas dos obras citado el libro, los siguientes numerales son capítulo y párrafo), C = Cántico (redacción B), Ll = Llama de amor viva (en ambas primer numeral es la estrofa, y segundo es el párrafo).

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