Marià Corbí La música es el arte más sutil porque emplea los sonidos, lo más leve de lo sensitivo, para expresar lo sutil.
La música, durante milenios ha utilizado los sentimientos humanos para cantar a la Dimensión Absoluta (DA). Fue una gran habilidad partir de los sentimientos del yo para referirse a lo que está más allá del yo. Utilizó sentires de Dimensión Relativa (DR) para cantar el misterio de la DA, intensificando la conmoción de las entrañas, para que resuene el sentir hondo.
La música empuja las conmociones del cuerpo para llevarlas a la frontera de lo que no es nombrable. No utiliza palabras para aludir a aquello de lo que no se puede hablar. Las palabras que se emplean en los cantos están al servicio de la música misma. La música canta explícitamente la verdad muda. Habla sin palabras de lo que no cabe en las palabras.
Seducción
Poema de Michele Naglis
Me sedujiste, Yahvé
y me dejé seducir.
Fuimos fuertes en el amor
y nos vencimos.
Subimos juntos, tomados de la mano
la escala de Jacob
mientras el ángel, asombrado
miraba la ascensión de los amantes.
Dispuesta a vencerte en las lides del amor
vestí mis mejores galas para tus ojos,
bálsamo del Líbano puse sobre mi piel
y perfumé mi cuerpo con el sagrado aroma de los montes.
Provoqué tu ingenio con mi astucia
con fuertes ironías desafié tu indiferencia,
porque eras para mí como la Ciudad del Sol
construida según las leyes de la Vida.
Tu palabra quemaba mis entrañas.
Y yo decía: “No me acordaré más de Él,
no volveré a hablar en Su nombre”.
Pero tu palabra en mi interior
se convertía en fuego que devora
encerrado en mi corazón
quemando mis entrañas y mis huesos.
Traté de contenerla, pero no pude.
Quienes tocaban mis labios se quemaban lasmanos
aunque yo amordazara mi lengua y mi garganta.
Desafié tu soberbia en los campos de Uz.
Entregada a la pasión y al desencanto
grité tus insolencias y pecados.
Tu palabra se había vuelto para mí
motivo de burla y de vergüenza
porque mis penas y desgracias
pesaban más que las arenas del mar.
Mis quejas eran amargas
porque, débil ante las acechanzas del amor,
descargabas tu mano sobre mí
en vez de acariciar mis pechos perfumados.
Mi cólera y mi deseo te vencieron un día, Yahvé,
y exclamaste derrotado:
“¡Qué hermosa eres, amada mía,
qué hermosa eres!
Los cedros son las vigas de la casa
y los cipreses el techo que nos cubre.
Mi amada es, entre las mujeres,
como una rosa entre los espinos”.
Desde entonces, cuando miras el mar
bendices mi cuerpo que respira
en cada ola.
Cuando miras los montes acaricias
mis pechos que te aman.
Piensas en mis ojos que tanto te han buscado
cuando miras el sol.
Porque yo te seduje, Yahvé,
y te dejaste seducir.
Fuimos fuertes en el amor
y nos vencimos.
Subimos juntos, tomados de la mano
la escala de Jacob
mientras el ángel, asombrado
miraba la ascensión de los amantes.
¡Bendito el día en que nací!
¡Bendito el día en que mi madre me parió!
¡Bendita la mujer que anunció a mi pare
“has tenido una hija mujer”, llenándolo de gozo!
Sea esa mujer como las ciudades que Yahvé construye
donde por las mañanas se oyen gritos de júbilo
y risas al mediodía.
¡Porque nací del vientre e mi madre,
ella me dio a luz para que yo te desafiara
y Tú me sedujeras
y que mi vida sea llena de gozo y alegría.
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