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La verificació sensitiva

La verificación sensitiva

Se habla de verificar sensitivamente los grandes textos espirituales o verificar la belleza o la verdad de la naturaleza. Muchas veces se comenta que la mente va más rápida que el sentir, y que el sentir no es capaz de seguir el ritmo de la mente y que, por consiguiente, el sentir no puede verificar lo que la mente comprende.

            La mayoría de las personas encuentran las Upanishad hermosas, verdaderas y comprensibles, pero se confiesan incapaces de sentirlas al nivel que las comprenden, y se quedan insatisfechas, pensando: no he podido.

            Hay aquí una confusión en lo que se refiere a la verificación de una afirmación, una percepción.

 El sentir, como la mente, tiene dos dimensiones: la dimensión relativa y la dimensión absoluta. Tiene que haber dos tipos de verificaciones: la verificación de la dimensión absoluta y la verificación de la dimensión relativa.

lectura de textos de saviesa   Empecemos por señalar que la función primaria del sentir, en un viviente necesitado, es ejercer como sistema de señales frente al mundo modelado por el grupo, en unas condiciones de sobrevivencia. Cuando funciona como sistema de señales el sentir reconoce alguna realidad que le conviene o debe evitar para sobrevivir y ese reconocimiento se manifiesta por un sentir, por una conmoción, pequeña o grande, del sentir. Reconoce a un estímulo, y responde con un sentir, que desencadena la acción conveniente.

            Cuando el sentir se dirige a la dimensión absoluta, espontáneamente reclama que al reconocimiento de esa dimensión le siga una conmoción del sentir que testifique de forma adecuada a la noticia que hayamos tenido de ella. Si esa conmoción no se sigue, tendemos a pensar que nuestro sentir no ha podido llegar y verificar la noticia de la dimensión absoluta.

            Ese es un error que nos mantiene en una seria insatisfacción en nuestro camino de indagación de la dimensión absoluta.

El sistema de señales está en función de nuestra supervivencia y, por tanto, en función de la dimensión relativa. Es absurdo exigir que una noticia de lo gratuito, de lo no relativo a nuestras necesidades, tenga una respuesta como en el caso de la dimensión relativa a ellas.

            Nos es necesario distinguir entre dos tipos de sentir: uno que responde a un estímulo respecto de algo que tiene que ver con nuestro sobrevivir, directa o indirectamente, y que pasa por el afecto, la conmoción, y otro en el que se siente algo pero no en función de nuestro sobrevivir, sino gratuitamente, de manera absoluta, es decir, no relacionada con nuestras necesidades, ni directa ni indirectamente. Ese sentir no pasa por el afecto, por la conmoción propia de las cosas que tienen que ver con nuestra vida.

            Las artes modernas pueden servirnos para diferenciar claramente estas dos maneras de sentir.

Las artes clásicas, la pintura, la escultura, la música explotaron la posibilidad de llegar a la dimensión absoluta trabajando y manipulando los afectos humanos, como amor, ira, odio, desprecio, orgullo etc. Las posibilidades para expresar la dimensión absoluta a través de los sentimientos humanos, no tiene fin. El arte así vivido es un arte que conmueve. La conmoción, si es educada, nos dice cuando una obra es buena o cuando no.

“A través de la seva propia dissolució, la pintura busca la Unitat” (Mark Rothko)

Las obras modernas de arte ya no pasan por los afectos humanos, podríamos decir que son más objetivas, más cósmicas, no tan antropocéntricas. Utilizan el sentir, que ya no es sistema de señales, para expresar ahí, sin relación a nuestros sentimientos, la dimensión absoluta, con colores y formas pictóricas, o escultóricas, o musicales, o poéticas que huyen hablar a los sentimientos, porque lo que les interesa es la dimensión absoluta de “Eso de ahí” que no es relativo a nosotros.

En este caso la verificación sensitiva ya no es conmoción afectiva, huyen de ahí, sino una verificación con sentir que es más sutil que la conmoción afectiva. Expresan la cara absoluta, no relativa a nosotros de “Eso de ahí”. No pueden provocar la afección como hacían las artes clásicas, porque la rehúyen.

¿Cómo verificar la belleza de esa forma de arte?

Verificar con la mente es cobrar certeza indudable. Verificar con el sentir que no pasa por los afectos es también generar certeza indudable del misterio de los mundos visto por un viviente sensitivo. Se verifica lo no relativo a nuestras necesidades, dejando a parte los sentimientos que funcionan dentro del sistema de señales.

Frente a un gran texto o frente a unas obras de arte moderno o frente a la naturaleza, no tener una conmoción del sentir no quiere decir que no hay habido verificación sensitiva.

¿Cómo sé que he verificado sensitivamente, si no tengo ninguna conmoción que acredite mi sentir? Cuando la noticia en el texto o en la obra de arte aumenta la certeza sensitiva, aleja de toda duda y arrastra a la mente, ha habido verdadera verificación.

Comprender estas dos formas diferenciadas de funcionar el sentir es de utilidad para no vivir en un sentido de continua frustración por la inutilidad percibida de todos nuestros esfuerzos, porque estamos exigiendo al sentir de la dimensión absoluta lo que no puede dar. Comprender estas dos formas de funcionar del sentir es también útil para comprender las nuevas formas de arte y no pedirles que provoquen unas conmociones que están, de hecho, evitando.

Las religiones, como las artes, pretendían aproximarse a la dimensión absoluta y cultivarla pasando por los afectos, por las conmociones. Utilizaron grandes iglesias bellas, música, rituales, ornamentos, flores, cánticos etc. para provocar una profunda conmoción para, desde ella, expresar esa dimensión, el misterio de los mundos.

¿Por qué quedaron recluidas las religiones en ese tipo de sentir y generalmente no utilizaron la vía fuera del sistema de señales sensitivo? Quizás porque las sociedades jerárquicas concebían al individuo como ser, como sustancia, y a Dios de la misma forma, y no tenían generalmente en cuenta la no dualidad, ni que todas las realidades, incluida la divina, eran modelaciones nuestras y no realidades ahí.

 

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