Marià Corbí «No tenemos nada que hacer en esta hermosa Tierra, en este pequeño y maravilloso planeta; no tenemos otra tarea que cumplir que vivir para reconocer toda la maravilla que nos rodea. Vivimos para tener la posibilidad de reconocer. Reconocer es testificar que hemos visto y sentido lo que está frente a nosotros. Reconocer es decirle a todo que hemos advertido su presencia, que hemos visto su esplendor, su belleza, su inmensidad y que nos hemos maravillado de su existencia y la hemos amado. Ese es nuestro destino. Somos una chispa de luz que salta del fuego de la tierra, ilumina por unos instantes lo que le rodea y se apaga volviendo otra vez a la tierra. Hay chispas de luz grandes y pequeñas; brillantes e intensas o más tenues y débiles. No se nos pide que seamos lumbreras ni soles; no se nos pide que nuestra luz sea cegadora; sólo se nos pide que seamos lucidez y reconocimiento.» (p.176)
TETSUGEN
Monje zen del siglo XVII que fundamentó de manera definitiva la escuela Obaku, escuela zen también de origen chino, que tuvo un desarrollo e influencia menor que la Soto y la Rinzai.
Editó en Japón, por primera vez, la colección completa de los textos budistas. Con el fin de recaudar fondos para la publicación de estos textos, unos 6.956 volúmenes, peregrinó por todas las provincias. Parte de lo recaudado lo dio en limosnas para atenuar la hambruna de 1682, por lo que se le apodó “El Bodhisattva salvando al mundo”.
Él mismo en sus cartas afirma: “…Si hubiese dejado de darles limosna habrían muerto todos de hambre. Aunque tuviese que vender mi templo y cortarme los dedos no renunciaría a esas limosnas.” Contrajo una enfermedad por contagio de los enfermos que cuidaba, a causa de la cual murió a los cincuenta y tres años.
A causa de sus peregrinajes para buscar fondos , Tetsugen no tuvo tiempo para escribir. Sólo dejo “El sermón sobre el Zen” y algunas cartas y poemas. He aquí uno de ellos en el que dice que todo es traslúcido, transparente, que todo muestra otra dimensión para quien ha llegado a la unidad:
“Todos los fenómenos del universo, transformados, son ojos.
La tierra y el cielo manifiestan la luz profunda.
Si uno se aleja instantáneamente y para siempre de la dualidad
del que está viendo y del visto,
El mundo del Dharma sin límites es el Diamante”
(Tetsugen. El sermón sobre el Zen. pg. 29)